Vicente Verdú
Tengo una laboriosa e inteligente amiga en Estados Unidos, al lado de la Universidad de Harvard, que me hace saber la espesa realidad del mundo de los blogs por donde yo, pese a todo, apenas patino.
Me llama la atención especialmente no ya sobre el potencial poder político, crítico o cultural del universo en la Red, sino de la continua confección, cada vez más compleja, de una intrahistoria humana con sus hitos, sus peripecias, sus intrigas, sus mitos y sus imagos, en una dimensión paralela al mundo común que salta a la vista.
Esta intrahistoria –que todavía no salta sino que bucea- va asentando los cimientos de otra Gran Narración que por el momento nadie proclama ni descifra. Pero ya ni siquiera me parece, de acuerdo con mi amiga, que ese subterráneo virtual sea del todo subterráneo ni de que su intangibilidad sea, al cabo, irrelevante. En ese espacio blogístico, más secreto que el periódico o la tele, más propicio a la impostura, adquiere un formidable valor la libertad, la confidencia y el descaro. Frente a la convencional importancia de lo público, el papel protagonista corresponde aquí a la privacidad y la correspondencia de lo íntimo.
La Historia general y visible del mundo se apoyó hasta ahora en grandes leyes, guerras atroces, héroes, magnicidios y colosales efectos especiales. La Historia invisible que se teje, sin embargo, en el dominio de los blogs y sus parientes, tiene como materia prima los filamentos de la intimidad cuya suma de capítulos aparentemente leves puede determinar un peso final que, como me hace entender mi amiga, producirán pronto un vuelco del valor, una corrección del sentido y una proyección insólita de la condición humana, de sus deseos, sus gozos y sus días.