Vicente Verdú
No hay que combatir frontalmente el mal. Basta aceptar el derecho a su existencia. La adversidad no es un enemigo sino un convecino. Su existencia resulta, además, indispensable para llegar a ser feliz. Que se desee ser feliz cuanto antes y el mayor tiempo posible es un deseo bien comprensible y aceptable. Sin embargo sin lucha, sin debate, sin tiempo de espera, sin el retraso en su llegada la felicidad no resplandece. Más aún es imposible que adquiera el suficiente poder.
Nadie es absolutamente feliz ni nadie es absolutamente desgraciado. Lo único que puede desequilibrar la balanza entre unos y otros es la capacidad para acercarse a comprender el sentido de la desgracia. O, simplemente, para concederle un sentido. Efectivamente lo que más desdichado hace sentir al desdichado es el sinsentido. Bastaría que hallara finalidad a esa emoción negativa para amortiguarla. Entender es empezar a convertir lo malo en menos insoportable, puesto que lo radicalmente malo del mal es su carácter absurdo o arbitrario.