Vicente Verdú
Entre el teléfono y la carta se encuentra el mail. Pero no parece tan seguro este orden si se le añade el mensaje corto y las comunicaciones en las redes sociales. ¿Qué categoría, por tanto, posee el mail? Hay cosas que no parece correcto trasmitir por mail pero el cine y la realidad se encuentran ya poblados de incontables ejemplos en los que el mail incorpora mensajes trágicos y decisivos. ¿Será el mail, entonces, el lugar común de todas las comunicaciones, graves o leves, tal como fuera la presencia oral en otros tiempos más simples?
La pregunta carece de pertinencia.
Con múltiples formas de comunicaciones la comunicación adquiere a la fuerza rangos y significaciones diferentes. ¿Es más confidencial la carta que el e-mail? Inmediatamente nos parecería que sí pero ¿qué decir de los accidentes que pueden sobrevenir a un sobre en su largo viaje? El mail, en cambio, traza un arco libre, cierto e instantáneo de persona a persona. Y también es así para el mensaje corto. O, en general, para cualquier contenido que circule por el ciberespacio que es al espacio tradicional lo que la nube al suelo, lo que el soplo al susurro, lo que la flecha a la piedra, lo que la bomba de neutrones a la bomba de mano, más cercana la segunda que la primera, pero también menos precisa y, al cabo, menos selectivamente humana, tan cercana a la tierra como próxima a su indiscriminada brutalidad. (continuará)