Vicente Verdú
La luz es lo más alegre de este mundo pero, paradójicamente, no se ve. Nosotros, tristes condenados, grises seres humanos, abrazamos con mayor intensidad la tristeza que la alegría y detectamos con mayor visión la sombra que la claridad. Se va la luz y entonces vemos que existía, pero dentro de su reino nos creemos partícipes de un estado normal, cuando no ya de un nivel cero de la ocurrencia. Todo sucede en efecto, más espesamente, cuanto más tenebroso es y se despacha con facilidad la inherente fluidez de más claro. Somos menos importantes bajo la luz que entre las tinieblas. De ellas nacen los seres monstruosos que agravan la vida y todos los argumentos de posible interés. A su lado la luz total se comporta como un nimbo o un gigantesco coro de ángeles pálidos sin intriga ni dicción.