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La tos sin fin

Por 8 de enero de 2015 Sin comentarios

Vicente Verdú

Por lo que voy viendo y oyendo, una incalculable masa de población se encuentra tosiendo desde hace más de dos o tres semanas. Algunos pasan ya del mes y otros más conspicuos están cerca de los  60 días. Se trata, me dicen a mi, que soy parte del fenómeno,  de un virus y que sin dejar de afrontar  preventivamente mediante una auscultación no merece mayor inquietud, por el momento.  A fin de cuentas los virus que se presentan en estas proporciones sociales logran, sin duda, la categoría de  acontecimiento intenso pero no diezmanm al ser pasajeros, el censo de  ciudadanía.

Con todo, el asunto pasa ya de castaño oscuro. Mucolíticos, antitusivos, pastillas para chupar y la tos persiste como si poseyera una naturaleza propia, obcecada e irreductible. Recuerda al nacionalismo furibundo. Se instala en los bronquios como una idea fija y no atiende a razones ni análisis suaves. La escabrosa cordillera que se desata con esta tos salvaje desemboca, casi siempre, en una expectoración tan blandengue que es difícil establecer relación entre su ruidoso abroncamiento y ese fruto meloso con el que, al cabo, se concilia en el mayor silencio. No llevaré la metáfora soberanista más allá por miedo de seguir tosiendo más alto pero la idea de la analogía me parece un acierto.

De otra parte y dentro de lo que es el cuadro clínico, no puede anticiparse cuando va  tronar esta tos y las noches son temibles  precisamente porque su arbitrariedad en el tiempo puede hacerla aparecer durante varios cuartos de hora infames.  Ellas son proverbiales. Y, de paso, son adverbios. Mediante esta figura gramatical creo que se describe directamente su ser. Son adverbios en el doble sentido morfológico de la palabra. Es decir: son toses "ad-versas" y son "versiones" fundamentales del tiempo, el espacio o la condición.

Pero también, del mismo modo que usamos sin darnos cuenta los adverbios en el habla, esta tos vírica y volcánica y  persistente se presenta incluida en la conversación, aunque sin que sin que justifique su significado exacto. De hecho, no se explica. No se deja tratar, no se deja acallar.  ¿Un virus? ¿Puede que sea un virus pero cabe imaginar en ese diagnóstico un dictamen más exento de concreción? 

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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