Vicente Verdú
La cabellera constituye a la Mujer misma, decía Roland Barthes. En las religiones, a la mujer se la requiere para recoger sus cabellos antes de entrar en los templos como una acción destinada a borrar su sexualidad. El sexo se anula en el espacio sacro mediante la ocultación de la cabellera profana que, de otra parte, según Freud, sería, convertida en trenza, otra suerte de falo que la norma religiosa castraría para impedir toda lujuria y su impuro placer.
Incluso examinados más superficialmente, la cabellera y sus peinados constituyen el principal accesorio de la mujer, el complemento central por excelencia. El pelo y el peinado son tan decisivos para las mujeres que el mundo se encuentra poblado de peluquerías para su atención y arreglo; y la melena, no sólo el pelo raso, trasciende por completo el mundo del aderezo para convertirse en una enseña de la feminidad. Es así coherente que las lesbianas, orgullosas de su identidad y de su proclama, busquen abolir este signo cortándose radicalmente el cabello. No haciendo uso, en suma, de la melena como bandera que, en el código general movería a confusión y errores en la interpretación del gesto.
Porque en los gestos, la melena desempeña un importante papel de instrumentación en el arte de la seducción femenina y de la seducción en general. Ella realiza la función paradigmática de enseñar y ocultar, el juego de fragmentar la imagen y hacer más deseable el objeto a través de las punzadas de lo entrevisto, el rostro que se deja a medias contemplar y se reserva, siendo la melena el telón y directa porción del espectáculo. Puertas que se entornan, cortinas que descorren parcialmente, sombras que celan y encelan el objeto velado. Las mismas caricias prestadas a la melena poseen también este mix equívoco mezcla de dulzura y de agresividad, de suavidad y crimen que viene a ser la primaria receta del erotismo. Erotismo que muerde y besa la carne, lamida como una miel y aspirada como una droga. Pieles que deliciosamente se aman juntas en un silencio infinito o que aproximadas estallan en una ensordecedora flama.