Vicente Verdú
El veterano sacerdote y periodista Antonio Aradillas ha publicado un libro. Los otros malos tratos, en que lo chocante no consiste en que, efectivamente, el maltratato psicológico en la pareja es muy frecuente y recíproco sino en las pocas ganas con las que, actualmente, se casan las mujeres.
O bien, frente al tópico de que son ellas las que anhelan casarse y se deshacen por llegar al altar, Aradillas sostiene (¿gracias a su experiencia en el confesionario?) que la mayoría de los matrimonios se componen sobre todo de ilusión masculina. ¿Por qué se casan las mujeres entonces? Se casan, en una alta proporción, dice, por no verse solas, por hacer como las demás o por mera indolencia. Pero todas temiendo, según Aradillas, el posible maltrato que les espera dentro de la casa conyugal.
¿Verdad? ¿Mentira? ¿Demagogia? La mujer ha sido material de primera calidad para practicar la demagogia política de políticos como Zapatero y tantos otros que, ponderando el peso de los votos femeninos, han proporcionado discriminaciones positivas y ventajas legales -constiticionales o no- a favor de las mujeres.
En lo que llevamos de año se han contabilizado unos 55 muertes de mujeres a manos de sus parejas – en la mayoría de los casos seguidos del suicidio del tremendo criminal.
Estas cifras las publican los periódicos y las recuentan todos los medios, una a una, una y otra vez, sin perder su fecha ni su comparación con los meses o años precedentes. Sin embargo, nada o prácticamente nada se conoce sobre los asesinatos de hombres a manos de sus amantes, sus novias o sus esposas. Treinta y tantos han sido, no obstante, los casos que se han registrado en España hasta el mes pasado. Los media toman un asunto entre los dientes y no lo sueltan hasta llegar a la saturación.
Pronto, pues, cuando la saturación de la muerte de mujeres, víctimas de la violencia doméstica, llegue a su colmo llegará la información sobre la violencia doméstica ejercida sobre niños o ancianos, sobre padres y, seguramente, al fin sobre los hombres a cuyas asociaciones se les niegan derechos como manera de proteger la tesis de que la víctima es, por antonomasia, la mujer. La malcasada.