Vicente Verdú
El conocimiento, como dice Schopenhauer, llega con la intuición y, después, ya veremos. El enamoramiento es una prueba. No un accidente sino una esencia. Nos enamoramos de golpe y de ese insobornable impulso provienen, para bien o para mal, las consecuencias de la película vital.
La razón es como una gallina de corral. No decepciona su comportamiento pero con su doméstica versión nos aburriríamos. La razón (gallina de corral) nace de la necesidad de controlar las pasiones pero ¿por qué meterlas en un recinto acotado?
Una regla social muy prominente induce a comportarse así. A proceder y a pensar mediante el corral del intelecto. Pero ¿qué es el intelecto sino una inclinación del alma hacia su degradación? Todas las civilizaciones que han perdurado desarrollaron sus principios de acuerdo a una razón superior. Y la máxima razón, al cabo, es Dios convertido en Biblia y sagrada Constitución. Las civilizaciones, sin embargo, que nos fascinan vencieron y murieron jóvenes gozando de la intuición. Fueron creadoras, artistas descarriladas pero ofrecieron a la Historia la esperanza de lo mejor de lo mejor. No hay ser humano que no termine encadenado si adora el principio de la razón. La Ilustración es decadencia. El neoclasicismo es nostalgia. Lo perdido en el proceso es la pasión. Todos vamos hacia el barranco de la muerte pero ¿cómo no abominar de su lógica o de su triste explicación?