Vicente Verdú
El presente da miedo pero lo antiguo da todavía más. Dan miedo todos aquellos que, sin haber revisado sus conocimientos y valores, continúan aplicando en la contemporaneidad sus criterios y sus instrumentos rayados. No puede decirse, precisamente ahora, que las cosas marchen bien pero los tipos vetustos que realizan diagnósticos o trazan mapas morales sobre lo que hoy sucede son un peligro de primer grado.
Para empezar, su aplicación de viejos esquemas a sistemas inaugurales fuerzan su realidad hasta retorcer la violencia de sus caracteres. En segundo lugar, creyéndose los legítimos herederos del valor, se permiten lanzar diatribas o lanzar lanzas sobre todo lo que se mueve. El mal no es sólo el mal que probablemente emerge en ocasiones sino el mal general que provocan al representarlo. Pero incluso el bien podría formar parte de sus objetivos aberrantes puesto que no distinguiendo más realidad positiva que la ya conocida cualquier transformación la tienen por amenazante, peligrosa, enemiga del bienestar. hay que precaverse pues contra esta legión de intelectuales, escritores, novelistas, premios Nobeles y autoridades políticas que siguen mandando por inercia y arrastran con ellos las telarañas del pretérito hasta convertirlos literalmente en espectros. Figuras espectrales, fantasmas o alimañas (acaso involuntarias) que introducen más confusión y daño a la situación y que, apoyándose en sus oxidadas medallas, se erigen en espejos del bien y el mal. De ellos se deriva, por ejemplo, el trato tan desbaratado y erróneo que se da a la crisis y en general, el trato que se dispensa a la cultura, la economía, el sexo, la vivienda o la vida, en general. Para ellos no hay otro patrón que el correspondiente al esplendor de su juventud. Todo lo demás, incluidas las nuevas tecnologías o los nuevos deseos pertenecen al mundo de la superficialidad o la ignominia. La escena matriz sería la misma de su pasado y las variantes corresponderían a ornamentos pasajeros -modas sin profundidad, accidentes sin destino- o desviaciones de la moral que demostrarían la degeneración. Con esta gente, en efecto, no se puede avanzar, son los perfectos guías hacia su pasado, cicerones de lo que va sepultando el tiempo, guardias de un oscuro cementerio que se resisten a dimitir cuando se hace la luz.