Vicente Verdú
Que todo el mundo, prácticamente, haya engordado durante el veraneo aporta un elemento de solidaridad que no consiguen, a pesar de su esfuerzo, la mayoría de las organizaciones humanitarias. En este caso, además, sin el menor esfuerzo o incluso restando todo esfuerzo, porque los cuerpos de los ciudadanos adquieren un grosor estival característico que se deduce sin más de la molicie y sus concomitancias alimentarias.
En otro momento del año, esta dejación sería más censurada e incluso en las fiestas navideñas, siendo cortas y especialmente entrañables, ganar kilos se asocia a un excesivo descontrol en la pitanza.
Lo que sucede en el verano es de otro orden porque tratándose de una larga sucesión de días no es el descuido que provoca los dos o tres kilos de más sino una actitud deliberada y sostenida de abandono.
Este abandono fomentará, más tarde, el sentimiento de culpa pero viendo que la población en general ha seguido el mismo camino, el mismo rumbo, la senda se ensancha y facilita discurrir cómodamente por ella.
Todos engordan en verano porque el verano en sí viene a ser una desmesura. Desde a inmensidad del hacinamiento de los chiringuitos, desde las largas colas en la carretera a las masivas concentraciones en las localidades costeras, todo el entorno coopera para recibir una pauta del exceso, el desbordamiento, la hartura y la obscenidad.
Cuerpos que llegaron más o menos macilentos salen de esa cámara ignífuga orondos y rubicundos, de acuerdo a la propiedad de la situación.
Cuando después se llega a la báscula de casa cualquiera se constata como kilográmicamente otro, apto para seguir donde se hallaba, pero extraño para la situación urbana y laboral que se reinaugura.
Sólo entonces, gracias a la comprobación de que una legión de compatriotas se encuentra en las mismas condiciones, se promete los mismos régimen es, se apunta a gimnasios parecidos y se reprocha el mismo fardo adicional, la mala conciencia tiende a aliviarse y deslizarse socialmente para hacer una piña solidaria con el resto de los seres en la misma desazón.
Nunca se ponderará, pues, bastante los beneficios procedentes de la comunidad común, los tranquilizantes naturales que expende a granel la universal botica del aborregamiento.