Vicente Verdú
No hay conciencia que no sea conciencia de algo. No hay sujeto sin objeto ni objeto sin sujeto. Esta tautología viene a ser sin embargo, el plasma vital.
No hay conciencia presente por sí misma, no hay conciencia de sí sin rebote en el objeto. No hay, en fin, conciencia que no se represente en objetos o simulaciones de objetos: imágenes, signos, cosas más o menos apropiadas, figuras triviales o abstractas. La conciencia y el sujeto se dicen en términos de cosas.
El recuerdo difiere de la representación por una cualidad: la cualidad de la vivencia. Mientras hay recuerdo, el pasado se enlaza con lo actual y conserva la vivacidad cambiante del presente. Lo cual no significa haber recobrado una presencia sometida a los avatares de las circunstancias presentes sino de haber construido una ausencia en la presencia. La ausencia se hace presente y participa de sus representaciones, de sus figuraciones y desfiguraciones. Y, un paso más, la ausencia experimenta también las circunstancias de la memoria y el olvido. Memoria de la ausencia, ¿olvido de la ausencia? La suma de la desmemoria y la desmaterialización componen un nuevo estadio del conocimiento, el sentimiento y la figuración. La ausencia de la ausencia, el sueño del sueño, el recuerdo del recuerdo son pares de una realidad desrealizada, parte de un mundo que vivimos sólo como inconsciente y que, sin embargo, pesa como el plomo, a su vez inconsciente, sobre el campo del porvenir.