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El mal de altura

Por 15 de febrero de 2011 Sin comentarios

Vicente Verdú

Tardé años, desde los 10 hasta los 20 por lo menos, en resignarme a no ser nunca alto. Nunca. Otros crecían en la clase sin ningún esfuerzo y ante mi triste asombro. Me quejaba tanto de no llegar la altura de los más encimados que mis protestas provocaron  que mis padres me llevaran a varias consultas médicas, unas para que me recetaran vitaminas otras para que me engañaran prometiéndome una ganancia de tres o cuatro centímetros en los próximos dos o tres años. No hicieron efecto las vitaminas y las mentiras clínicas, a fuerza de repetirse, se hicieron mentiras cínicas. En todo este proceso yo veía en qué tremendo ridículo me colocaba puesto que no sólo declaraba públicamente el pesar de mi pequeñez sino la bochornosa vergüenza de soportarla. Este padecimiento que por la época parecía frívolo o incluso cruel,  respecto a la media de la población,  no era en consecuencia comprendido por nadie. No podía decir que me perjudicara demasiado en la relación con las chicas pero sí me llevaba a esforzarme en los apartes donde procuraba  sacar ventaja a través de la palabra. Una chica me confesó incluso que hablaba como si tuviera cinco o seis  años más. Era precisamente la cifra, más o menos, de los centímetros que me faltaban para presentar una figura elegante.  Poco a poco, sin embargo, basándome en la fatalidad y en las varias novias que había logrado, fui conformándome. Había mucos jugadores de fútbol que me sacaban un palmo pero era fácil en los años cincuenta admirar delanteros, extremos sobre todo, que medían lo mismo que yo.  No terminaba quedándome tranquilo por completo  pero estaba claro que mi rabia, mi envidia, mi resentimiento eran cuestiones que no debía cultivar. 

Cada cual es lo que es: "nadie es mejor que tú  ni tú eres mejor que nadie" me dictó un canónigo que tenía entonces como asesor espiritual y, sobre todo, como modelo cerebral  gracias a las continuas muestras de una inteligencia superlativa. Era tan inteligente como divertido y tan divertido como afiladamente inteligente.  Era tan capaz de convertir lo bueno en malo o lo malo en bueno como si cambiara  el agua en vino y viceversa. Era capaz de revolver un argumento y deducir su contrario con una elegancia que me aficionó mucho a las tallas de la inteligencia y me parece que de ahí viene el que yo no siendo nunca más alto de lo que marcaba el metro supuse que sería acaso más inteligente de lo normal  y, por si faltaba poco, creí hallar una ventaja en mi estatura mediocre porque desde ella era menos fácil distraerse con la vulgaridad del exterior y más sencillo penetrar en los secretos de la mente que mi director espiritual me enseñaba a desentrañar como si partiera almendras.

Director espiritual y médico total. Nunca después he encontrado a nadie  que procurara más confianza ni distracción dentro del indecible tamaño del yo. ¿O sí? O lo que hizo no fue sino agrandar el ego para suplir los tres o cuatro dedos que me faltaban. Y acaso me faltaban precisamente en la frente.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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