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El cuadro o la vida

Por 21 de julio de 2010 Sin comentarios

Vicente Verdú

La pintura de un cuadro (abstracto, sin copia, sin boceto) se parece o remeda el discurrir de  la vida. O la vida remeda al cuadro abstracto puesto que no hay una pintura menos dibujada y realista que la propia vida.

El primer trazo en el lienzo, conduce al segundo y el tercero y así se alcanza un momento pictórico que, de repente, sin haberlo previsto la estampa adquiere una primera e individual personalidad. Individual como un ser indivisible, independiente y de pronto precursor de una suficiencia interior. Frecuentemente, esta primera señal de independencia suele ser débil. Sólo una insinuación de que en la obra se ha depositado una pizca de  vida que se debe respetar.

O no: porque esos primeros movimientos de autonomía se presentan en ocasiones como tentativas de la obra que ella misma no sabe con certeza a dónde y cómo la van a conducir o incluso si no podrá elegir de este modo su porvenir. La obra se hace un lío de contradicciones internas tal como una personalidad no encuentra el modo de acoplarse a un proyecto y una concreta dicción. Es necesario, pues, que en estos momentos titubeantes aunque vivos, el artista se encargue de facilitarle los medios para que salga de dudas y pueda revelarse siguiendo otra versión. Se tratará  en fin de ayudarla a aclararse para sí y para la comunicación de una identidad diferenciada.  A veces ese intento fracasa repetidamente o incluso definitivamente, tal como ocurre con las  muertes prematuras. Pero en las demás ocasiones la pronunciación vital va tomando cuerpo y su creciente potencia guía hasta su culminación.

La obra abstracta, cuando avanza y logra su propia locución  es lo más concreto que se pueda imaginar. El realismo posee, por lo general, un fin predeterminado.  La abstracción, sin embargo, debe hallar su orden y su fin, su estilo y su destino. A través de esa faena se forma el cuadro y mediante tal procedimiento de ensayo y error, de sonido y de ruido, va definiendo un tono, una suerte de música firme y compleja, que cuando se oye netamente ya no hay nada más que hacer. Muchos pintores no son melómanos o, mejor dicho, pueden vivir sin música. La explicación radica en que, en aparente silencio, son compositores ya.

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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