Vicente Verdú
Se llega a un punto en la vida en que, como decía Baudrillard, se habrá acabado el destino y la supervivencia se compondrá de una previsible sucesión de los días. Desde la infancia a la vida adulta se cumple una etapa donde bullen las partículas más dinámicas, factores de impacto que espontáneamente causan efectos sobre nuestras vidas. Pero después, llegado a un punto, el devenir se ablanda y habiendo ya escogido su curvatura pierde prisa por definirse más. El destino irá sofrenándose con un trazo perfectamente adivinable hasta llegar a un estadio donde las propias circunstancias harán repetir la secuencia de una jornada sobre la siguiente y así hasta que la muerte aparezca por acumulación, incluso sin dramatización, como una consecuencia que salva de un tabarra infinita.