Vicente Verdú
Hasta cierto punto, ser de la misma especie y constatarnos tan desiguales es un efecto o defecto de perspectiva. Con seguridad, alguien que nos observara desde afuera apenas distinguiría a los listos de los tontos a los agraciados de los feos, a los torpes de los habilidosos. Y siendo así, si se trata tan sólo de un fenómeno de vacilante perspectiva, ¿cómo no aceptarnos más parecidos que diferentes, más amontonados que enemistados?