Vicente Verdú
Agotado el mercado de la cosmética femenina, el sector está lanzando vorazmente sobre el cutis varonil. ¿Con qué resultado? Con el efecto superior de transformar la concepción del hombre y, con ello, alterar sigilosamente su función, su condición, su demanda y su acción. Más que las teorías filosóficas y las predicaciones sociológicas, la amplia y poderosa campaña publicitaria dirigida a cuidar la imagen del varón, transforma decisivamente las cosas de toda la vida.
Los hombres siguen sin hablar entre sí de su aspecto, a menos que se haya sufrido una grave operación o haya transcurrido un largo alejamiento. Callan sobre su físico y sólo actualmente la voz anónima de la publicidad establece una intensa conversación. Cada consumidor a solas y ante el anuncio de hidratantes, energizantes y antiarrugas, estrena por fin, a estas alturas, la charla directa sobre los elementos que componen su apariencia.
La estética se hallaba ya establecida por todas partes y nunca antes el mundo se halló tan estetizado, diseñado, reelaborado con la inspiración de la belleza. En esa realidad, sin embargo, el hombre, quedaba como un residuo por colonizar e incorporar plenamente. La imagen social, la imagen individual, la imagen narcisista a la manera natural que las mujeres han practicado sobre sí mismas, empieza ahora en el reino de la testosterona. Contemplación del sujeto sobre sí, para gustarse a sí mismo en un recreo que interpretó desde hace siglos el cuerpo femenino en cuanto objeto no sólo personal sino comercial, expuesto a la mirada y a la cotización pública. La feminización del varón ahora crea un nuevo hombre público que se corresponde con el modelo femenino de la mujer pública, exhibida ante el ojo del público. El público de la actualidad, además, ha ganado en proporción y protagonismo femeninos y ante ese espejo presencial el varón se cosmetiza. La cosmética, como la palabra indica, es todo un cosmos. Hace y deshace visiones del mundo de modo que la profusión de anuncios y mensajes impulsando a la transformación del rostro (y la cintura y el torax) de los varones significa, a la vez, una radical cirugía de la ideología.