Vicente Verdú
Adiós a la verdad ha titulado Vattimo su último libro. Pero, realmente, ¿estuvo antes la verdad aquí y ahora se muda? Más bien podría decirse que con la verdad no se va a ninguna parte y si ahora, supuestamente, se borra del mapa habremos alcanzado por fin el territorio perfecto. Todas las utopías se basaban en una imaginación conscientemente irreal. Todo lo irreal no es mentira pero si la mentira niega la realidad no puede negarse su parentesco.
El pasado jueves se celebró en el Círculo de Bellas Artes de Madrid una jornada sobre "La mentira y el autoengaño en la sociedad actual". El título es francamente anacrónico. No ha existido sociedad sin mentiras pero además poblada con las mismas mentiras que actualmente. Las mentiras son eternas precisamente para no incurrir también en ellas Dios mismo se vio obligado a decir escuetamente "Yo soy el que soy". Si hubiera añadido alguna explicación, por pequeña que fuera, se habría caído con todo el equipo. Habría caído con todo el equipo en el enredo de la verdad-verdadera y, en consecuencia, en la mentira y sus mentes. El máximo índice de la inteligencia divina radica, sin duda alguna, en no hablar, no hacerse ver, no dejarse tocar, no existir. En estas condiciones, la verdad resplandece.