Vicente Molina Foix
Este libro de Martín Casariego podría ser de Borges, entre otras razones por lo comprimido de sus semblanzas. ‘Con las suelas al viento’ (La línea del horizonte ediciones, 2017), que lleva un subtítulo también tangencialmente borgiano, ‘Viajeros, eruditos y aventureros’, se compone de cincuenta textos breves que, como explica el autor en su introducción, fueron publicándose mensualmente entre 2004 y 2007 en la revista de una compañía aérea española; el título evoca al "hombre de las suelas de viento", que es como Verlaine se refirió a Rimbaud, su joven y borrascoso amante antes de dejarle para hacerse viajero y traficante, pero no erudito.
El libro de Casariego es una delicia, como toda caja de sorpresas literarias, en este caso desconocidas en gran número al menos para mí, que soy adicto al género de la literatura de viajes. El segundo perfil ya nos atrapa por su rareza: Egeria, una española, galaico-leonesa, del siglo IV, que no solo viajó por Oriente y los Santos Lugares sino que escribió su ‘Pereginación o Itinerario’, así lo llamó ella. Ávida de descubrimientos y escéptica, además de pionera, Egeria cuenta que un guía la llevó a un lugar donde, aseguraba el hombre, aún permanecía transformada en sal la curiosa mujer de Lot, y esto es lo que dice nuestra compatriota: "cuando inspeccionamos el paraje, no vimos la estatua de sal por ninguna parte, para qué vamos a engañarnos". Es enigmático el capítulo sobre uno de los fundadores de la orden franciscana, famoso por la cepa que llevó de regalo a un emperador mongol y al cabo de los siglos dio su nombre, Fra Giovanni, a un vino espumoso italiano. Y muy divertidas las peripecias del infatigable Ibn Battuta de Tánger, "viajero del Islam" no siempre piadoso; el autor madrileño saca de la extraordinaria memoria biográfica de Battuta un episodio en las Maldivas, renombradas por el gran "vigor sexual" de sus habitantes, atribuido a su dieta de miel, pescado y leche de coco, que el tangerino debió comer sin parar, pues durante su estancia en las islas tuvo seis esposas "a las que satisfacía por turno".
Algo muy llamativo en ‘Con las suelas al viento’ es la relativa abundancia de mujeres viajeras, a veces solitarias, en tiempos en que hacerlo era arriesgado hasta para los varones más hirsutos. Casariego traza impresiones muy vivas de siete de ellas, entre las que destaca la de Lady Mary Montagu, que a mitad del siglo XVIII se escapó de su autoritario padre, el duque de Kingston, y casó con un diplomático británico largo tiempo establecido como embajador en el imperio otomano. Ese país sedujo a Lady Mary, quien, en los descansos de su notable labor filantrópica combatiendo la viruela, visitó todo lo visitable y algo más, dejando testimonio en unas cartas que son obra maestra del género (el epistolar y el de costumbres), y de la que hay edición reciente, ‘Cartas desde Estambul’, en el mismo sello La línea del horizonte.
No sabemos si Casariego ha estado en los lugares, a veces muy remotos, que figuran en sus páginas, o pertenece a otra noble tradición literaria, la del viajero en casa. El novelista que es acierta, en cualquier caso, a plasmar y sintetizar, por ejemplo la vida del geógrafo victoriano John Speke, controvertido descubridor de las fuentes del Nilo a quien otro descollante viajero recogido en el libro, Sir Richard Burton, negó y desafió, llevándole a la muerte en circunstancias de rivalidad y terror que tienen el aroma de las ficciones borgianas.