Vicente Molina Foix
Hará de esto más de 30 años, y no sé si el co-protagonista lo ha contado por escrito, aunque lo recordará; yo recuerdo su relato oral. El actual rey de España era entonces un príncipe estudiante, y por iniciativas del aparato real o propias se solicitó a un destacado novelista aún joven y de creciente prestigio internacional darle al heredero unas lecciones privadas sobre literatura y novela. El improvisado profesor, que también lo fue de rango universitario y aceptó, referiría después ante unos amigos el interés genuino, las preguntas y la atenta escucha un tanto ingenua pero no bobalicona de aquel Felipe que aún no había pisado el umbral de la historia de nuestro país.
Me he acordado de esa visita sin lucro a palacio ahora que el rey se enfrenta a un trascendental episodio de ficción en monólogo.
Felipe VI presenta mañana un cortometraje que no competirá en festivales pero en el que se juega mucho, ante unos, suse nemigos, y ante otros, los que no lo somos de forma incondicional.
Alguna que otra vez me he preguntado quién filmal os discursos regios (o los presidenciales) en países en los que el cine es un arte mayor. ¿Llama aquí la Casa Real a Isabel Coixetp para la puesta en escena? ¿Pone las luces Alcaine? ¿Quiénd ispone la foto familiar y las banderas de atrezo? Las corbatas lav erdad es que no suelen relampaguear, y en la música de fondo, predeterminada por el himno nacional, poco podría hacer Alberto Iglesias. Todo esto no es manía de cinéfilo ni frivolidad de alta costura. El guión sí que importa: el rey ha de vivirlo con convicción, sin representarlo. Cinéma vérité. Si lo hace bien, podría ser la película del año. La que dejara, ya que no dinero enl as arcas de la castigada industria, un buen sabor de boca. Mal nos irán las cosas si sale un bodrio.
Apostilla tras el discurso
El cortometraje real de Nochebuena se resolvió en 9 planos de duración variable y un sobreentendido. Felipe VI se sabía el papel y lo declamó con fuerza de convicción, sin revelar misterios ni salirse de madre, en este caso de padre. El rey emérito compareció fuera de campo, pero sobrevoló toda la filmación. Había suspense, y a muchos les ha parecido que la resolución se queda demasiado críptica. Yo la veo suficiente, dada la circunstancia y el día que era. El discurso dejó además una frase, referida a la angustiosa situación de millones de jóvenes españoles, que lleva un buen sello literario: “España no puede permitirse una generación perdida”. ¿Idea de algún gubernamental escritor de discursos, o el poso que dejaron en Felipe VI aquellas lecciones que le dio el novelista distinguido?