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Moneda y cara

Por 8 de octubre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Fui en septiembre a la Casa de la Moneda antes de que fuera demasiado tarde. Se trata de un edificio algo mesopotámico que ocupa una gran manzana del madrileño barrio de Salamanca y se visita, excepto la parte donde se fabrica el dinero. Yo no iba a por él. Iba a ver sus orígenes, su variedad universal, las artes que realzan su valor real, y también para comprobar su caducidad. No quiero despilfarrar adjetivos, pero tampoco ser avaro: el museo es uno de los más extraordinarios que hay en Europa. Tan bien presentado, tan poco ostentoso siendo tan rico; el más didáctico y el menos apodíctico. Al final de sus salas, jalonadas de hermosas máquinas monetarias de todos los siglos, está el XX, y, entre raras monedas de países remotos, el devenir de la peseta y sus transformaciones locales durante la guerra civil; el llamado "dinero de emergencia". Hasta que, en un lateral cuyo encantador artilugio de paneles móviles que suben y bajan quizá sea metafórico, las muestras de los euros del siglo XXI.

Al salir tomé el bus, y al pagar me fijé, por contaminación iconográfica, en las caras. Euros griegos de diosas mitológicas, euros franceses con las tres palabras republicanas, el rey de los belgas en la moneda de un euro; la de 50 céntimos tenía en el reverso a nuestro Cervantes, con menos poder adquisitivo del que los italianos le dan al Dante (dos euros). Y los discutidos borbones: en la de 2 Juan Carlos, Felipe, más filial, en la de 1. Es de imaginar que el fin de la monarquía preconizado por algunos también las afectaría; el borrado de rostros, como el derribo de estatuas, el cambio de los nombres de hospitales, escuelas y museos. Lo del dinero será menos traumático si la tendencia a no usarlo en papel o metal se impone a la larga; ¿llegaremos a ver tarjetas de crédito con efigies de banqueros? Todo eso si el día de ira anti-monárquica aún nos queda dinero contante para gastar. Si no será el momento de volver a esa Casa donde la historia cabe entera y sin odios.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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