Vicente Molina Foix
Madonna está de gira por España, y yo la sigo en todos sus conciertos, o ella me sigue a mí, con gran despliegue de previsiones, preparativos y guardaespaldas. Torrelavega, Tárrega, Teruel, Titulcia, lugares quizá no muy idóneos para macro-conciertos pero todos empezados por t. En todos estoy presente. ¿Iba a llegar Madonna finalmente al pueblo, al hotel de la carretera donde soy su único ‘fan’? No se sabía, pero yo por si acaso estaba allí esperándola, confiado, aunque sin saber si ella me encontraría adecuado, lo suficientemente en forma, ya que cada vez que, en el pasado, nos encontrábamos, ella me examinaba escrupulosamente. Mi temor ahora era haber engordado demasiado de uno a otro concierto español.
Una noche, Madonna no llega a su hora al sitio convenido donde, contratada para cantar, se la ha anunciado y las multitudes esperan. Secretamente, soy informado de que ella sí llegará. Es cuestión de paciencia. La espero durante muchas horas, toda la noche, pero llega, efectivamente, y se produce nuestro encuentro bajo el chaparrón que ha empezado a caer. Madonna se quita la gabardina, se sacude las polainas de tacón en la alfombrilla, me sonríe. La veo demasiado gorda. Me despierto.
EPÍLOGO.
Aunque nunca lo hago, puse el título ‘Madonna y yo’ a este sueño que tuve hace dos lunes y anoté al levantarme. Como explicaba en el texto de presentación del blog, mi punto de partida en él es onírico, pero contaminado por lo diurno y lo real, sin interpretaciones de diván (no sería yo la persona adecuada para hacerlas). Por eso no le doy importancia al hecho de que en estas últimas semanas, y quizá el mismo día antes del sueño, hubiera yo visto fotos de la cantante norteamericana sobre la noticia del intento de adopción de una niña en Malawi, un país africano que ahora mismo no sé dónde está. Ayer he sabido que un juez de Malaui ha rechazado la petición de Madonna, pese a contar ella con el apoyo del gobierno. La niña en cuestión, Mercy James, aparece retratada con los ojos turbios, al modo que ya es habitual en la prensa y la televisión para mostrar a la infancia y a la policía. Siempre que los veo, esos rostros difuminados de nuestros pequeños y nuestros guardianes de la ley me recuerdan las plasmaciones tópicas de las figuras humanas en ciertos cuadros de Magritte y de Dalí.
Algunas veces, las entradas de este blog serán el estricto recuento de un sueño. Éste es el primero de una serie que llamaré ‘Sueños relatados’.