Vicente Molina Foix
No me atrevo a llamar a Lorenzo Silva africanista, ni desde luego africano, aunque se trate, naturalmente de dos adjetivos por nada del mundo despectivos. Digamos en cualquier caso que Silva, además de sus numerosas y reconocidas novelas, ha mostrado interés y ha escrito en más de una ocasión sobre el norte de África, siendo su nuevo libro ‘Siete ciudades en África. Historias del Marruecos español’ una especie de suma de sus saberes sobre una zona que demuestra conocer bien, entender y apreciar, sin dejarse llevar en su mirada por la pasión o el recelo que tan a menudo enturbian la relación de los vecinos que se han amado, odiado, conquistado y necesitado a lo largo de siglos. Editado por la Fundación José Manuel Lara, y acompañado el texto de una rica serie de mapas, fotografías e ilustraciones (son especialmente vistosas las pinturas y carteles del artista granadino Mariano Bertuchi), el lector encontrará en sus más de doscientas páginas un recorrido por las siete ciudades del título, Ceuta, Larache, Tetuán, Xauen, Melilla, Nador y Alhucemas, guiado por el autor, solvente historiador no académico que va hilando muy sutilmente las geografías y los hechos bélicos hasta completar el cuadro de las últimas contiendas coloniales, el Protectorado español, la guerra civil del 36 y la posterior independencia marroquí.
De las siete ciudades se destacan sus peculiaridades (en el capítulo de Melilla es de especial interés lo referido a su hermosa arquitectura modernista), pero la más fascinante resulta Xauen (o Chefchauen), por donde tantos españoles han pasado en busca del asequible paraíso artificial de sus hierbas. Silva cuenta los misterios de esta pequeña ciudad situada entre dos montañas y legendaria por su impenetrabilidad y misterio, rescatando y comentando atinadamente los escritos sobre ella de dos viajeros del XIX, el francés Charles de Foucauld y el periodista inglés, corresponsal del Times de Londres durante más de treinta años, Walter B. Harris, una figura en sí misma tan novelesca que George Lucas lo hizo personaje de una de las películas de la saga de Indiana Jones. Es, con todo, nuestro compatriota Arturo Barea, gran novelista muerto en el exilio, quien adquiere en el libro un importante correlato, dado que sirvió en su juventud como sargento del ejército español en las guerras del Rif, dejando en la segunda parte de su trilogía ‘La forja de un rebelde’ testimonio muy elocuente de las brutalidades que observó.
Hay también en ‘Siete ciudades en África’ retratos atractivos de los principales soldados que por aquellas tierras guerrearon. Entre los nativos aparecen recurrentemente los dos jefes rebeldes Raisuni y Abd el-Krim (y antes que ellos, a principios del siglo XVI, la aguerrida corsaria tetuaní Aixa), al lado, como enemigos o, según las circunstancias, aliados, de nuestros generales: Berenguer, Jordana, Silvestre, sugestivamente pintado en su enigmática muerte, y el mismísimo Francisco Franco. Silva abre y cierra el libro de modo emocionante, con una cita de Joaquín Costa ("El estrecho de Gibraltar no es un tabique que separa una casa de otra casa; es, al contrario, una puerta abierta para poner en comunicación las dos habitaciones de una misma casa") y una coda personal a la vista de un pelado promontorio entre Nador y Alhucemas donde se derramó sangre española y árabe y ningún memorial recuerda el sacrificio.