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65. Los libros sin libro

Por 30 de diciembre de 2013 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Vicente Luis Mora

Uno de los motivos, entre los muchos posibles, por los que uno puede y debe leer el fantástico ensayo de Fernando Báez, Los primeros libros de la humanidad. El libro antes de la imprenta y el libro electrónico (Fórcola Ediciones, 2013) es para tener la constatación de que la lectura no ha dependido siempre del volumen impreso en papel. En realidad, la del libro tal y como lo conocemos es una sus etapas vitales más breves, y a pesar de su juventud se halla a las puertas de una revolución (la digital) cuyas consecuencias, no todas buenas ni todas malas, estamos lejos de poder valorar con la debida objetividad y a la precisa distancia. / El erudito trabajo de Báez parte de las primeras formas de escritura hasta llegar justo a la imprenta, en un exhaustivo recorrido que acopia arqueología, rastreo bibliográfico, entrevistas con expertos y desplazamientos a algunos de los lugares donde se fundó la civilización escrita. Gracias a este periplo llegamos a saber que el papel no siempre fue bien visto, e incluso fue en China una publicación de segunda: "El escrita Ts’ui Yüan le decía a un amigo con melancolía: ‘Te envié los trabajos del pensador Hsü en diez rollos -fue imposible conseguir una copia en seda, estoy obligado a enviarte una en papel" (p. 181). / Esto me ha traído a la memoria una cita de otro libro excelente, El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas (Siglo XXI, 2013), del historiador Anaclet Pons, que procura un razonable término medio en la investigación sobre humanidades digitales y el legado del pasado (allí donde se asienta Fernando Báez en su ensayo). En su libro hace Pons un estudio riguroso sobre el tema de los cambios en el libro, y recuerda una interesante opinión de Michel Melot: "Al discutir de la muerte del libro con historiadores japoneses, tuvo la sorpresa de verlos sonreír, y, cuando les pregunté si este miedo también se manifestaba entre ellos, me contestaron que esa era una curiosidad occidental. El libro, para ellos, no tenía ningún carácter obligatorio, y si algún día acabara por desaparecer, eso sería porque se habría descubierto algo mejor. La ausencia de referencia sagrada al Libro explicaba según ellos la diferencia entre Oriente y Occidente. Muy por el contrario, el libro, en su forma más extendida de códice, era considerado por ellos como un producto de importación, poco adaptado a su cultura, una forma de pensamiento que tenían que sufrir" (El desorden digital, p. 67). / Aunque desde Edward Said es complicado utilizar palabras como oriente y occidente sin que algún académico te salte al cuello, parece que alguna diferencia cultural sigue existiendo, en un terreno nada baladí para la formación del conocimiento como es la forma de transmisión del mismo. ¿Sería interesante plantearse si el libro en papel fue en su momento una forma de dominio comercial e intelectual, como ahora parecen serlo los bytes o lo fueron las primeras formas crediticias en el Mediterráneo del siglo XV? Supongo que ya habrá estudios al respecto, que desconozco, pero desde luego hubo literatura sin libros durante milenios. / "El libro cambia la historia que lo cambia" (p. 14), dice Báez en términos similares a los de MacLuhan, y contribuye al enriquecimiento de la Historia. De hecho, sin antiguos volúmenes en papel conservados durante siglos seguramente hoy no sabríamos muchas cosas que las que cuenta Báez acerca de aquellos tiempos sin libro impreso. La Historia de la humanidad se construye de varias capas, unas habladas, escritas otras y otras publicadas. Libros como este nos lo recuerdan, de forma amena a la vez que necesaria.

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Vicente Luis Mora

Vicente Luis Mora (Córdoba, España, 1970), es Doctor en Literatura Española Contemporánea y licenciado en Derecho. Ha trabajado como gestor cultural y profesor universitario. Estudioso de las relaciones entre literatura, imagen y tecnología, hasta el momento ha publicado la novela Alba Cromm (Seix Barral, 2010), el libro de relatos Subterráneos (DVD, 2006), y la novela en marcha Circular 07. Las afueras (Berenice, 2007). También ha publicado Quimera 322 (2010), inclasificable proyecto sobre la falsificación literaria desde la teoría y la práctica, a través de 22 seudónimos, que apareció como nº 322 de la revista Quimera. Como poeta, cuenta con los poemarios Texto refundido de la ley del sueño (Córdoba, 1999), Mester de cibervía (Pre-Textos, 2000), Nova (Pre-Textos, 2003), Autobiografía. Novela de terror (Universidad de Sevilla, 2003), Construcción (Pre-Textos, 2005) y Tiempo (Pre-Textos, 2009). Ha publicado los ensayos Singularidades. Ética y poética de la literatura española actual (Bartleby, 2006), Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo (Fundación José Manuel Lara, 2006); La luz nueva. Singularidades de la narrativa española actual (Berenice, 2007) y El lectoespectador. Deslizamientos entre narrativa e imagen (Seix Barral, 2012). La parte de narrativa de su tesis doctoral, galardonada con premio extraordinario de Doctorado, aparecerá próximamente en la Universidad de Valladolid en una versión breve y actualizada bajo el título de La literatura egódica. El sujeto narrativo a través del espejo.  Ejerce la crítica literaria y cultural en su blog Diario de Lecturas (I Premio Revista de Letras al Mejor Blog Nacional de Crítica Literaria), y en revistas como Ínsula, Quimera, Clarín o Mercurio. Ha recibido los premios Andalucía Joven de Narrativa, Arcipreste de Hita de Poesía, y el I Premio Málaga de Ensayo por su libro Pasadizos. Espacios simbólicos entre arte y literatura (Páginas de Espuma, 2008).   Copyright de la foto: Racso Morejón

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