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El hijo del guantero

Por 20 de julio de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

En el mes de mayo de 1597, a la edad de treinta y tres años, William Shakespeare compró una casa en el centro de su pueblo, Stratford-upon-Avon. Se llamaba New Place y era una de las viviendas más grandes y vistosas de la localidad, marcando esa compra, al menos ante sus vecinos, un notable ascenso en la posición social del hijo de guantero John Shakespeare. New Place ya no existe, y en este caso no vamos a culpar a la especulación inmobiliaria; fue un propietario posterior de la mansión, el reverendo Francis Gastrell, quien la derribó en el último tercio del siglo XVIII, cansado de tener que salir a todas horas a la puerta para ahuyentar a los curiosos que querían ver el entorno en que vivió el genio y llevarse de recuerdo alguna hoja de la morera que, según el folklore, habría plantado el mismísimo Cisne del Avon.

     El episodio lo relata Peter Ackroyd en ‘Shakespeare. La biografía’ (Edhasa) un libro bien escrito (y bien traducido), bien documentado y muy recomendable para los que deseen tener en un solo volumen (grueso como éste lo es, a la fuerza) todos los datos, todos los perfiles, incluso los borrosos, todas las incidencias y, como añadido muy de agradecer, un comentario de la mayoría de las obras de Shakespeare, que Ackroyd lleva a cabo con finura y un eficaz filtrado de la descomunal manufactura editorial que desde hace siglos se amontona sobre el dramaturgo, sin dejar ninguna tecla erudita por tocar. Doy un ejemplo: pocos días después de leer esta biografía, pasó por mis manos ‘Cooking with Shakespeare’, un libro de dos aplicados gastrónomos y -por qué no decirlo- cocineros que, después de examinar el papel de la comida en la sociedad isabelina, dan las recetas de más de 180 platos que Shakespeare menciona o Shakespeare pudo comer, a unos precios (los autores se molestan en enumerarlos) que desafían cualquier imaginación, por inflacionista que sea.

     Ackroyd pertenece a una especie literaria que sólo crece, creo yo, en las Islas Británicas. Graduado en Cambridge, ‘fellow’ de Yale, excelente periodista cultural (en The Spectator y en The Times), sólido escritor y hombre de amplia cultura (que llega, en la faceta de crítico, no sólo al cine sino a la televisión, que ya es llegar), ha cultivado sobre todo una que llamaríamos doble militancia en el terreno de la biografía. Gracias a esa duplicidad, y con la disciplina inglesa que uno espera de hombre tan educado, Ackroyd sabe ser fantasioso en las novelas sobre personas reales (leí con gran placer en su día ‘El último testamento de Oscar Wilde’ y ‘Chattterton’), y concienzudo en la biografía pura, que inició con una muy justamente premiada sobre T.S. Eliot y ahora, después de pasar por Blake y Dickens, culmina con ésta del Bardo. Entre tantas vidas imaginadas y reales, también tuvo tiempo de biografiar espléndidamente su ciudad natal, Londres, en un libro que, sin embargo, disgustó por su meridiana objetividad a no pocos londinenses.

    Partiendo de una amplia base bibliográfica secundaria que comprende los títulos capitales sobre Shakespeare (desde los canónicos de Chambers y Schoenbaum a los más recientes y estimulantes de Gary Taylor y Stephen Greenblatt), Ackroyd desarrolla una línea narrativa en la que la profusión documental no le recorta el poder de vivificación, limitado, como debe ser, en torno al protagonista de la biografía, escurridizo, opaco, ambiguo y -en su prematuro silencio literario- sometido a las conjeturas. El debatido catolicismo de su familia, su afición a la caza y sus tempranos estudios de pronunciación, su etapa como maestro, su llegada a la capital del reino, son reflejados cuidadosamente, destacando Ackroyd en el retrato de trasfondos, lugares y conjuntos sociales: la campiña inglesa, el Londres tabernario y prostibulario, las compañías de actores, las prácticas escénicas, la morfología de los teatros donde el joven Will hace carrera; hay también en el libro semblanzas muy bien pintadas de algunos de los mayores histriones de la época, como el cómico Kempe o el ‘todoterreno’ dramático Richard Burbage, el primer Lear, Otelo y Hamlet, en esta última actuando al lado del propio autor, que habría encarnado el personaje del fantasmal padre del príncipe. Pero tampoco desdeña la leyenda, que acompaña a Shakespeare como a todos los seres amados esquivos. Ackroyd recoge y cuenta con gracia la que atribuye el arranque de su carrera teatral al trabajo de palafrenero ‘free lance’ (aparcador de monturas, diríamos hoy para ser mejor entendidos), en el que el aún entonces muchacho habría despertado curiosidad por el modo en que sujetaba las bridas de los caballos de ciertos caballeros que pronto pasaron a ser sus mecenas.

     Ackroyd plasma después los progresos de Shakespeare, tanto artísticos como de gestión, en las compañías de los Lord Chamberlain´s Men y, a la muerte de la reina y el acceso al trono del más favorable Jacobo, los King´s Men; sus amistades masculinas, algunas posiblemente amorosas; sus esporádicos retornos a Stratford, donde vivía la esposa Anne con los hijos; y, cuando el substrato vital no da para más, lo suple con comentarios de los principales textos. Son especialmente originales el del ‘descentrado’ Hamlet (capítulo 71) y el que, en el capítulo 46, analiza la peculiaridad ‘shakesperiana’ de comenzar ‘in media res’, como si los actores ya llevasen un rato representando y el público fuera invitado a sumarse a una historia en desarrollo.

    La muerte está descrita con viveza, dentro de la incertidumbre: ¿sífilis, "perlesía del escribiente" (que afectaba a los que pasan mucho tiempo escribiendo), fiebre tifoidea? El más grande autor de todos los tiempos murió a los 52 años, legó a su mujer su "segunda mejor cama", y, pese a su éxito en vida, fue, hasta que pasó casi un siglo, menospreciado. Quizá, después de todo, tenía razón Emerson al decir que "Shakespeare es el único biógrafo de Shakespeare".

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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