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El fin de las solteras

Por 11 de noviembre de 2010 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Con un nombre que es en sí mismo una promesa novelesca, C.H.B. Kitchin resulta algo más que un excéntrico de talento. Tuvo una vida (entre 1895 y 1967) llena de incidencias, en la que tal vez la literatura no fue lo crucial. Como a Lord Berners, con quien tiene otras afinidades, la música le ocupó tanto como la prosa, y también parecen importantes su vida social, en los aledaños de Bloomsbury, y su vida sexual, en la ‘coterie’ gay formada con sus amigos Francis King y J.R. Ackerley, escritores más substanciales que él. ‘A toda vela’, su primera novela, traducida aquí recientemente por Periférica, la publicaron (en 1924) Leonard y Virginia Woolf, a pesar de que la autora de ‘Orlando’ se muestra despectiva al describir a Kitchin, diez años después, en una entrada de su diario: "un hombre más bien engreído y susceptible, supongo; tiene una buena opinión de sí mismo y es ligeramente vulgar". La Woolf, que aparte de editarle dos libros le trató bastante, bien podía tener razón, pero a juzgar por ‘A toda vela’, su autor da la impresión de persona de refinada cultura, de una mordacidad inteligente ("Yo he ido a Copenhague nueve veces -añadió la señorita Gweller-. Una menos que a Madame Butterfly") y un temperamento con toda la melancolía y toda la insolencia del ‘fin de siglo’; más que del grupo de Bloomsbury, parece un rezagado del Decadentismo, algo así como un Ronald Firbank con la gracia para dialogar y el oído ‘social’ de Ivy Compton-Burnett.

    La novela nos cuenta (y es un decir, pues Kitchin no relata: esboza) la frustrada y a la postre trágica historia de amor que una joven independiente, Lydia Clame, siente por un huidizo caballero, Geoffrey Remington, sin por eso dejar de moverse intensamente en sociedad dentro de un círculo de señoritas de sobrados medios. El mundo de las solteras emancipadas y locuaces es muy sugestivo, hay una sub-trama de referencias culturales, que cubren desde Goethe a Mallarmé, pasando por Saint-Simon, Leopardi y Richard Strauss, pero hacia el final del libro, como si Kitchin quisiera mostrarnos que su tejido de novelista no se detiene sólo en el bordado, hay un capítulo, el XVIII, vigoroso, trepidante y de un patetismo verdadero. Es muy interesante asimismo el uso de una tercera persona narrativa que a veces se explaya en la digresión, en el comentario al margen de la peripecia y en una forma de monólogo interior sin conciencia que enriquece notablemente el trazo de los personajes.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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