Vicente Molina Foix
Últimamente salen menos sus tragedias en los periódicos, pero es de temer que, a la vista de las intenciones del nuevo gobierno israelí, que reaparecerán. Cada vez que la fotografía de un periódico o la imagen de un noticiero nos trae el polvo de las ruinas de una casa en Gaza, me acuerdo del poema de Mahmud Darwix titulado ‘El gorrión, tal cual’. Este escritor errante y doliente, nunca lastimero ni demagógico, es el mayor poeta moderno de la ‘despatria’, término inventado por el auto-exiliado novelista italiano Luigi Meneghello y que corresponde distinta pero muy certeramente a la carencia de solar patrio de la gran mayoría de su pueblo, el pueblo palestino. Darwix se dirige en el poema citado (de su libro ‘El fénix mortal’, traducido por Luz Gómez) a un gorrión con el que dialoga, o al que tal vez envidia: "Posees lo que yo no tengo: el azul por hembra / y un remolino de viento por morada". El no-lugar donde, desde hace décadas, malviven los suyos es más precario: "mi casa, como mi palabra, es exigua". El pájaro tal vez más humilde del reino de los voladores "Sabe dónde hay pan, agua / y dónde está el cepo de los ratones…".
El poeta le propone un pacto al gorrión. En su poquedad, los dos son libres: de volar, de imaginar. "Pósate para que yo me eleve. Elévate / para que yo me pose". A cambio, Darwix, que murió el pasado verano fuera de su tierra prometida y negada, sólo le puede ofrecer al pájaro "una casa habitada por el ahora".