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Colón irritable

Por 18 de junio de 2021 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Me pregunto si habrá que hacer dentro de unos años un lavado a conciencia de la madrileña plaza de Colón; eso si para entonces se llama así y sigue oteando el horizonte el descubridor; sabemos que estas figuras de alcurnia se ven sometidas a un cribado constante, y el que un día se levanta prócer al siguiente yace en el barro.

Nunca he sido un admirador de la plaza en sí, aunque la recuerdo más noble cuando la antigua Casa de la Moneda ocupaba lo que hoy son sus jardines alzados, tan ad hoc para arengas de cualquier tipo. Las moles pétreas resultan feas, la bandera española un poco exagerada de mástil, y da frescor en verano su catarata, que hace ruido y no deja oír bien el manifiesto. Ha habido allí ocasiones que llamaremos -para que no se nos acuse de fraccionalistas- igualitarias: en junio de 2017 se celebró en Madrid el World Pride, y donde el pasado domingo el amo de la voz fue Vox, aquel junio los congregados de diverso género pudieron ser oídos abiertamente.

Lleva un tiempo okupada por las derechas, que van allí a mostrar con periodicidad su mal humor, que deseamos que sea, a la larga, benigno. De momento se trata de acciones preventivas sobre males no producidos, y lo peor es que los que tanto diagnostican son de poco fiar en cuestiones de salud pública. Con ellos no me haría yo ni una resonancia magnética. Por no hablar de colonoscopias, en las que te duermen las zonas sensibles.

Pero no todo en Colón irrita. El discurso rupestre y la horrenda rana gigante en un lateral no deben ocultar lo mejor del lugar, los grupos escultóricos que son las más bellas estatuas de la capital. Una representa a Valle-Inclán erecto y avanzando. La otra homenajea a Don Juan Valera a través de su personaje de Pepita Jiménez, una belleza lánguida cuyos labios de mármol los jóvenes cultos de una generación anterior a la mía besaban, en sus noches de farra, cuando no se podían hacer muchas más cosas.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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