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Cuestionamiento de la guapeza

En el mercado del descrédito y del delirio despunta la valoración de los calificativos referidos a los rasgos físicos e intelectuales de la persona humana. “Inteligente", aplicado a los futbolistas cuando ejecutan un regate, “valiente" como sinónimo de infatigable y, sobre todo, “guapo”, repetido hasta la saciedad por los comentaristas de las fotografías publicadas en las redes sociales, en especial en Facebook. Hombres y mujeres de catadura cavernícola, viscosos neonatos, impúberes de mulares belfos, novias inmensas embutidas en trajes blancos de corte pachanguero, comulgantes acromegálicos, bañistas de carnes desbordadas, ancianos de geriátrico suburbial candidatos urgentes a residir en un nicho, todos, todos son calificados de guapos; ¡qué guapa¡, ¡qué guapo!, ¡guapísimos!, ¡la más guapa!, ¡siempre guapísima!, ¡el nene guapo! Da ganas de comprar una radial, y emprenderla. 

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1 de abril de 2019
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Villancicos de ida y vuelta

Las Fiestas Navideñas son indicadas para los detalles entrañables. Mi esposa, Paloma, es dada a los christmas y a los obsequios; prepara bolsas con dulces, conservas y chucherías, para regalar a nuestras amistades. La inversión, que puede parecer excesiva para un miembro de la rama ortodoxa, como es mi caso, no lo es tanto. Ayer, concretamente, me hizo llevar, por la mañana, dos bolsas a sendas familias, los García-Espejo y los Pérez-Risueño. Pero, por la tarde, ya las habíamos recuperado. Tía Encarna, emparentada con los García-Espejo, y el matrimonio Bofill-Comadira, amigos de mis suegros y propietarios de la casita del Ampurdán donde veranean los Pérez-Risueño, nos las regalaban, cariñosos, cuando coincidíamos, como todos los días, en la puerta del colegio durante la ceremonia de la recogida de los niños. 

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9 de diciembre de 2018
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De secano

Nos remojamos poco. Estos días de calor sajariano aún se ve a algún individuo acercarse a una fuente, abrir el grifo y humedecerse los pulsos, pero tímidamente, como si este fuera un acto delictivo, un abuso sexual consumado a cielo abierto. Recuerdo a unas hermanas aragonesas, de librea teresiana, tratadas por mí hace mucho en Barcelona, que, casi como secreto de confesión, nos hablaban de su infancia, de los veranos en un vetusto caserón familiar, perdido en la estepa monegrina, donde había tan poca agua que aprovechaban la que quedaba en los vasos, tras las comidas, para regar un geranio, el único detalle vegetal, la única frivolidad consentida en un clan siempre vestido de negro, cuyas propiedades, por cierto, eran administradas por el padre de Ramón José Sender Garcés, que acudía los domingos, montado en una polvorienta bicicleta, con una cartera colgando del manillar, para devorar un contramuslo de pollo al chilindrón y repasar las cuentas.

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7 de agosto de 2018
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Fontanero Man

La primera vez que oí hablar de Fontanero Man fue en Sevilla. Sería a finales de 2015 y yo estaba degustando un maravilloso jamón en la barra de Las Teresas en compañía de dos amigos del alma que, cada uno en la empresa de su propiedad, pasaban por un mal momento económico. Una tercera persona, para mí desconocida, se acercó a nosotros pronunciando la frase: “Ya sabéis lo que se dice: preguntad a mucha gente, que alguien será Fontanero Man o tendrá relación con él, y si tu problema le interesa se pondrá en contacto contigo.” 

 

En mayo de 2017 tras pronunciar una conferencia en Alhóndiga Bilbao me llevaron a comer, los organizadores del acto, al excelente pero minúsculo Bar La Viña, tan minúsculo que no pude evitar escuchar la conversación de la mesa de al lado (el local sólo tiene cuatro mesas) en la que un muy enterado bilbaíno pontificaba: “Fontanero Man no cobra por sus trabajos; mejor dicho, no pide dinero por ellos, pero si el trabajo llega a término, quedas en deuda con él.” 

 

Finalmente hoy, un vetusto y sordo caballero que entraba en la pastelería Echeto de la plaza de la catedral de Jaca, tras haber asistido a misa de doce, interrogaba a gritos a un familiar algo más joven: “¿Fontanero Man es una persona o es un colectivo?, ¿el cliente de Fontanero Man llega a conocerle personalmente?” 

 

Estoy en casa y compruebo, por internet, los movimientos de mi cuenta bancaria en el BBVA, no la personal sino la de mi sociedad de capital riesgo. Mal está la cosa, alguien, imagino quién, anda difamándome, con el fin de dificultar, a mí y a mis socios, las maniobras de toma de participaciones. Mañana he de viajar a Zaragoza y aprovecharé para hacer correr la voz: "Tengo un grave problema, necesito neutralizar a quien está arruinando el futuro de mis hijos, busco ayuda urgente, ¿ha oído hablar de Fontanero Man?”    

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1 de agosto de 2018
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Anfibologías y Ciudad Corvina

 

Francisco Ferrer Lerín ha publicado en estos últimos meses dos nuevos libros que se suman a su ya abundante bibliografía. Me refiero a Ciudad Corvina (Valencia, Banda legendaria, 2018) y Besos humanos (Barcelona, Anagrama, 2018 ). El primero de ellos es un texto híbrido de poemas y prosas o, si se me permite poemas en prosa; en el segundo, Ignacio Echevarría ha seleccionado y reunido una serie de textos, de carácter sobre todo narrativo, escogidos tanto de sus libros como de su blog personal.

 

José Luis Falcó.- Desde la perspectiva que confieren los años, ¿qué sentido tiene ahora para usted el que se le haya considerado casi desde el principio “padre nutricio de la generación novísima” y, quizá un tanto confusamente, “fundador del ala extrema de la escritura novísima”?

 

Francisco Ferrer Lerín.- La formulación exacta es 'padre nutricio de la secta de los novísimos' que, según creo, aparece por primera vez en la sección "Biografías" de Pasiones literarias (Ediciones del Bronce, 2001), un volumen que recoge las conferencias, que bajo este título, se impartieron en el Instituto Francés de Barcelona a comienzos del año 2000. En cuanto a 'fundador del ala extrema de la escritura novísima', aseveración recogida en el frontispicio de Cónsul (Ediciones Península, 1987), aunque insiste en mi condición fundacional, acota el alcance llevándolo al terreno de la radicalidad, cuestión, para mí, no del todo placentera. En fin, que sólo desde el humor y los buenos sentimientos pueden contemplarse tamañas atribuciones que, efectivamente, con el tiempo han perdido buena parte de su razón, no sólo por el contraste entre el tono desenfadado de mi enfoque inicial de la escritura y el tono profesional del enfoque inicial de mis compañeros, sino por la abismal diferencia en lo que vino después, la disparidad entre mi biografía y la de ellos.    

 

J.L.F.- Viene siendo habitual también el afirmar que su escritura no ha cambiado apenas, cuando parece evidente que, al menos tras la publicación de Níquel (2005) y Papur (2008), sí lo ha hecho, al producirse una ampliación léxica, temática y genológica en relación a sus propias vivencias y lecturas, aun manteniendo el ritmo como principio constructivo de sus textos. ¿Qué opina usted al respecto?

 

F.F.L.- Los escritores, concretamente los poetas, mantenemos, durante toda nuestra vida útil, una espada de Damocles en modo de desagradable sentencia, la que dice que sólo somos capaces de  escribir un poema y de que todo lo demás son repeticiones o, como mucho, ligeras variaciones del mismo. En mi caso no es que haya trazado un programa para desmontar esa teoría pero el carácter misceláneo de mi obra literaria surgida a partir de mi reaparición en 2005, tras treinta y tres años de agrafía, puede haber ayudado a confundir a los que, con ánimo indudablemente constructivo, llevaban tiempo advirtiendo del carácter monolítico, indeformable, casi ciclópeo, de mis más preciados versos.     

 

J.L.F.- Se le conoce también a Francisco Ferrer Lerín como creador del “Arte casual”, que ha definido como “el que se da entre objetos o grupos de ellos, materiales sin vocación artística que por su ubicación, colocación o combinación producen placer visual en el observador, sin haberlo pretendido el responsable de la situación”. Parece que este fenómeno se da también en su discurso literario, ya que al menos una parte del mismo no procede de artefactos artísticos, solo que en este caso sí hay una voluntad estética que los modeliza. ¿No?

 

F.F.L.- La vejez trae consigo, entre otros molestos disturbios, la pérdida de capacidad imaginativa. En mi escritura, sustentada en el manejo de generosas dosis de fabulación, la quema de neuronas puede tener efectos catastróficos, por lo que el apoyo en las fuentes es cada vez más necesario llegando ya, en esta etapa preagónica, a la utilización descarada de las mismas. Quiere esto decir que los materiales primigenios que siempre he utilizado -manuales, enciclopedias, prensa escrita- dejan de actuar como referencias para pasar a la categoría de citas o, mejor, de copias. Y aquí se da la circunstancia, hasta cierto punto semejante a lo que constituye la esencia del movimiento artístico que definí en un manifiesto en 1984 y que nombré como Arte Casual, que los materiales que hallo y que empleo en mis versos carecen, en principio, de vocación artística, literaria, y que en un proceso, a veces arduo, los procuro convertir en literatura, en poesía, al descubrir, a menudo, que bajo su aspecto ramplón se esconde un potencial estético.     

 

J.L.F.- La escritura de una serie de poemas de Ciudad corvina surgió, al parecer, de la lectura de dicho nombre en La Filomena de Lope de Vega. La Filomena es también un texto misceláneo, híbrido. ¿Hasta qué punto la lectura de los clásicos recorre y/o está en su escritura “vanguardista”? ¿Hasta qué punto la idea de “novedad” es, al menos en algunas ocasiones, el resultado de un olvido o desconocimiento de la tradición literaria?

 

F.F.L.- Los clásicos forman parte de la modernidad y como tales los leo y los venero. La manera en que tratan léxico y sintaxis me excita y me rejuvenece. Han quedado ahí esperando a que el lector curioso los descubra y que el escritor ávido de nuevas experiencias creativas los capture y los coloque en el lugar que se merecen que, a veces, no es el párrafo o el poema que se construye gracias a ellos. Por lo tanto la actitud reverencial que nos lleva a trasladarlos a nuevos predios ha de ser lo suficientemente firme para evitar que puedan caer en manos de dudosa higiene, que sólo reaparezcan en textos calibrados y justos. Y en eso estoy, o al menos eso es lo que intento. 

 

J.L.F. “Definición de poema” es el título del poema, que abre su libro. Ninguna poética hace solo referencia a lo que el autor entiende por poesía. Su espacio suele ser bastante más amplio y entre sus líneas se lee la vida, que a menudo se conjuga con la idea que el autor tiene sobre las vidas y condiciones de humanas. En “Definición de poema”, ¿está inscrita paradójicamente la imposibilidad de tal definición, pese a que en definitiva hable de la suya y de ese “detalle áspero”, generalmente culturalista, adjetivo con el que Lope criticaba también los versos de Góngora?

 

F.F.L. Casi nunca, por lo que a mí respecta, la redacción de un poema  disfruta de un plan previo. El poema que usted comenta podría resultar paradigmático en esta cuestión. Surge fuera de lugar, en un momento en que nadie me había encargado texto alguno y teniendo cerrado el cupo de  Libro de la confusión. De golpe, tengo la necesidad imperiosa de escribirlo, me siento ante el ordenador, y brota como un estallido. ¿Qué ocurre?, que a medida que progreso en su redacción me doy cuenta de que tengo ante mí una poética, como aquel poema "Tzara" de 1970, publicado en La hora oval (1971), que fue fruto de mi traducción de L'homme approximatif. Sin embargo, en esta ocasión, esta poética es más una declaración de principios vitales que un manual o un libro de estilo. En efecto "Definición de poema" abandona, no sé si derrotado, la posibilidad de definir qué sea la poesía para ensayar un balance de mi vida, y también la de mis semejantes. En cuanto a 'detalle áspero' remite a 'montes ásperos' que no sé ahora si fue cosa de Lope o de mi querido Góngora.  

 

J.L.F. Todo el resto de Ciudad corvina está atravesado por un triple eje temático ya presente en algunos de sus escritos anteriores: el paso del tiempo, la vejez y la muerte. ¿Qué supone para usted su irrupción en este libro, con más presencia quizá y tal vez con una mayor consistencia física y dramatismo teñidos de ironía?

 

F.F.L.- Teñir de ironía la muerte es una ingenua añagaza que empleamos los desesperados, creyendo que todavía podemos atraer parte de la vida. Los poemas de Ciudad Corvina son recientes, tan recientes que han sido escritos en el momento en que los ochenta años de mi cronología están más cerca que los setenta. Así, es normal que el paso del tiempo, la vejez y la muerte se muestren en toda su crudeza.  

 

J.L.F. La segunda parte del mismo está en su mayor parte escrita sobre cartas, tal vez mails, que usted ha recibido o que ha imaginado haber recibido. ¿La mayoría de estos textos podríamos considerarlos poemas en prosa que mantienen el tono rítmico de la primera y una cierta visión de la temporalidad humana, como ya se ha apuntado antes?

 

F.F.L. "Cinco cartas" forma parte de la correspondecia real, y ya no privada, mantenida con algunas de las protagonistas del libro 30 niñas. Mi intervención ha sido mínima, quizá la refundición en una carta de lo que se exponía en varias, y la supresión de datos biográficos demasiado precisos. Decidí incluirlas al ver en ellas una evidente carga lírica y, en especial, una gran riqueza formal y argumental.      

 

J.L.F. La tercera parte, bajo el título de “Cuatro poemas del Libro de la confusión”, de próxima aparición en Tusquets, parece retomar los ejes temáticos de la primera. Creo que es en ella donde se sitúan los poemas más intensos, como “Todo pirata vivo”o “Difícil término” (título que admite, por supuesto, una ambigua “anfibología”). Pero los dos últimos versos parecen ofrecernos un sentido oculto, referido, una vez más, a un tiempo pasado (“en ese año, / dejé de hacer comparaciones extraordinarias.”) ¿Se podría leer como un definitivo alejamiento de cierta visión estereotipada de las vanguardias históricas que se pretendieron ver en su escritura, por otra parte tremendamente realista?

 

F.F.L.- Soy un defensor irreductible de la intensidad, de ello mi voluntad de escribir poemas y, en el caso de la narrativa, mi voluntad de escribir textos breves, denominados "casos" por mi amigo y doctorando Antonio Viñuales. Esta intensidad, que conduce a veces a la asepsia temática y al estilo forense, he querido intensificarla en estos cuatro poemas finales que, como en el total de los que conforman Libro de la confusión, que publicará Tusquets este otoño, pretenden rematar con éxito una obra que ha buscado en el despojo de excrecencias, en la concisión, en la huida de la metáfora e incluso en la obsesión por la vehemencia, su seña evidente de identidad, su marca literaria. Nunca quise ser original y ni siquiera vanguardista, algunas complacencias pudieron ofrecer pistas equivocadas y de esa falta de rigor pido disculpas; otra cosa es que mi escritura resulte distinta a la que practiquen otros, pero es algo de lo que no me reconozco culpable, son cosas que pasan.   

 

J.L.F No me gustaría terminar esta entrevista sin referirme a Besos humanos. La intención del su editor, Ignacio Echevarría parece clara en el “Epílogo”. ¿Qué cree que ha supuesto o puede suponer para usted publicar un libro de este tipo en una editorial tan conocida como Anagrama?

 

F.F.L. Ignacio Echevarría ha seleccionado, ordenado y epilogado los textos que constituyen Besos humanos. Este volumen misceláneo está en la línea, por ejemplo, de Papur, Gingival y Mansa chatarra, es decir, recoge prosas éditas e inéditas datadas a lo largo de varios o incluso de muchos años, pero dispone de una particularidad respecto a sus predecesores, se publica en Anagrama, cuya penetración en el mercado es muy superior a la de los pequeños aunque minuciosos sellos que en estos años arriesgaron sacando unos relatos que sin el soporte de una potente imagen editorial es muy difícil que lleguen al gran público. Como resultado hay que decir que la respuesta de la crítica, nutrida y unánime, ha sido de asombro; ¿por qué tardó tanto en llegar este peculiar producto?    

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José Luis Falcó.

Suplemento « Posdata » del diario Levante.

30.06.18.

 

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1 de julio de 2018
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La Gallina Papanatas

Dice la Academia que “papanatas” es la persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar. ¿Son papanatas los entusiastas pronunciadores de Lleida, Girona, Ourense, A Coruña, etc., cuando hablan en castellano? A veces dan ganas de llamar a TVE, al encargado de los telediarios o al encargado del  programa del tiempo, y contarles que, si no somos unos cursis redomados, empleamos Burdeos en vez de Bordeaux, Ginebra en vez de Genève y Londres en vez de London, y que los exónimos constituyen un recurso, de todas las lenguas cultas, que permite, entre otras cosas, el uso de gentilicios apropiados (¿cuál será el gentilicio castellano de Lleida y Girona al descartarse “leridano” y “gerundense” por remitir a los proscritos “Lérida” y “Gerona”?). Y, si no nos ha colgado el teléfono, se puede aprovechar para aconsejarle que, en aras de la coherencia, junto a Lleida y Girona no se pronuncie “Barcelona” sino “Barsalona”, recordando de paso que, por ejemplo, en catalán (¿son los catalanes menos papanatas?) “Zaragoza”, “Huesca” y “ Teruel” resultan “Saragossa”, “Osca” y “Terol”. También informa la Academia que “papanatas” viene de “papar” y “natas”.

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23 de octubre de 2017
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Mamas

Una sensación generalizada de impotencia, de desolación, de rabia, se produce tras la irrupción de las noticias sobre los devastadores e incontrolados efectos de los incendios forestales. Incluso, en sectores no especialmente sensibilizados por las cuestiones ambientales, surgen comentarios y discusiones sobre las posibles causas de los mismos y sobre los medios utilizados para combatir y acabar con las llamas. Existen, de hecho, numerosas teorías, a menudo enfrentadas, que puntualmente aparecen tanto en la calle como en los medios y que aun siendo defendidas, como es proverbial en nuestro país, como las únicas que explican el desastre, van dejando abierto, poco a poco, incendio a incendio, un minúsculo resquicio hacia una visión globalizada del problema. Hay ya una percepción general de que las cosas no son tan simples como algunos se empeñan en defender y de que los sistemas empleados en la lucha no han sido hasta ahora los más adecuados. 

Los incendios forestales se originan por innumerables causas: rayos,  prácticas agrícolas, prácticas ganaderas, obtención de suelo urbanizable, obtención de madera o de pasta de madera, negligencia de excursionistas y domingueros, quema de maleza por cazadores para forzar a salir determinadas piezas, chispas de trenes, pirómanos de corte vengativo-sentimental, pirómanos con ansias de notoriedad, pirómanos esteticistas, y así una relación casi infinita. Además el fuego se propaga ahora con mucha mayor facilidad al contar con la preciosa ayuda de los cultivos forestales de resinosas y otras especies de crecimiento rápido que nada tienen que ver con el arbolado autóctono (de ahí el error al utilizar la palabra repoblación). Y luego... nuestra fervorosa pertenencia a la cultura del fuego; el fuego como fiesta, como liturgia, como inevitable protagonista de todas nuestras celebraciones religiosas y políticas sea en forma de hoguera, de petardo, de cohete o simplemente en forma de luz, la manifestación más inocua y civilizada del fuego pero que antes de la electricidad sólo se podía obtener mediante la presencia mágica de la llama. 

Sin embargo, este panorama desolador de árboles y suelos calcinados, de fauna exterminada, de bienes personales perdidos irremisiblemente, podría erradicarse, romper para siempre el ciclo maldito. Porque hay que decir que todo incendio, incluso todo gran incendio, es, al principio, un pequeñísimo incendio, y esta perogrullada es la clave del problema. Desde luego sin abandonar las campañas de prevención, de concienciación, de eliminación de peligros potenciales, la acción, toda la energía, necesita concentrarse en dos movimientos: la detección instantánea y la intervención inmediata; el diagnóstico precoz del cáncer de nuestros bosques mediante un sistema constante de vigilancia con un equipo de especialistas, no necesariamente numeroso, pero con gran movilidad y rapidez de respuesta.  

Las mamas -las ubres, los pechos, el eufemístico "el pecho"-, aquejadas por un mal cruel pueden salvarse si el diagnóstico es precoz. Ese carácter nutricio, beneficioso, confortable, que las define, es obviamente aplicable a la tierra. El tratamiento del mal también es el mismo. No sabemos con exactitud la etiología de la enfermedad, sí sabemos cuáles son las causas de los incendios, pero estas causas al ser tantas y concurrir combinadas no podemos eliminarlas. Sólo una rápida detección e intervención salvará de esta lacra a una naturaleza que es de todos aunque algunos se esfuercen en hacernos creer lo contrario. Las generaciones venideras merecen actitudes que permitan un legado de ríos limpios, de costas libres de edificaciones, de bosques lácteos.

 

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16 de octubre de 2017
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Delinquiendo

 

Noto que me confunden con un delincuente. Confunden mi imagen de progre relajado y casual con la de un delincuente tenaz. Las jóvenes madres, camino de la guardería, huyen despavoridas. Los jubilados, en un descanso del juego de la petanca, se estremecen a la sombra de un pino carrasqueño. E incluso, las acaloradas y laboriosas amas de casa maldicen su imprevisión al aparcar el coche demasiado lejos de la puerta de Mercadona. He de  hablar con El Pelucas, mi estilista de cabecera y, quizá, con Presquemir, mi sastre de toda la vida. He de modificar, cuanto antes, mi apariencia física. Pero mi mente, mis pensamientos, seguirán siendo, si Dios quiere y lo permite, tan ramplones y sórdidos como lo han sido siempre.   

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3 de octubre de 2017
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Superdotados

Cintia López, secretaria, prolonga la vida de los bolígrafos hasta extremos impensables; sus compañeros de oficina le pasan estas herramientas cuando empiezan a fallarles. 

Dositeo Turmo, maestro herrador, tiene supervista, ve cosas de talla minúscula, cosas que nadie ve y que incluso algunos dudan de que existan. 

Nolasco Bermo, “Polilla”, y Senén Pérez, “Patarra”, manijeros del cortijo cordobés Salsipuedes, imitan el bufido del búho real, el arrullo de la paloma torcaz y la voz de las mujeres que agonizan durante el puerperio.  

Lurdes y Glorieta Sanagustín, “Las Princesas”, hermanas, empleadas de la zaragozana fábrica de galletas Patria, acumulan en sus labios tal cantidad de carmín que vistas de perfil no desmerecen de los indios botocudos.  

Mateo Centolla, “Pitorro”, jugador de guiñote del Círculo Oscense, publica un opúsculo en el que enumera las tretas gracias a las cuales consiguió un accésit en el Primer Concurso Nacional de Ingestión Rápida de Bizcotelas y Cráneos de Conejo Doméstico celebrado esta primavera en Larva, provincia de Jaén.  

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27 de septiembre de 2017
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Carne de ikaescola

Hace diez años publicaba: 

 

Hubo un tiempo de enorme regocijo en el que jóvenes pletóricos de exigencia clamaban por las calles “català a l’escola”. Aquello parecía el culmen del listado de libertades que el pueblo exigía en el final de la dictadura. Nada podía ser igual en el futuro y la enseñanza en las añoradas lenguas maternas era la señal de partida, el punto de inflexión que marcaría un antes y un después en el proceso de recuperación de los derechos fundamentales del ser humano. Nadie había sido agraviado de tal modo durante la dictadura como el sufrido pueblo catalanoparlante y ahora era por fin el momento de poner las cosas en su sitio. Sí, con Franco se siguió publicando en catalán, pero sin subvenciones, sí, con Franco se siguió hablando en catalán, pero en la intimidad; era llegado el momento de emerger con todo el esplendor normalizando una situación que resultaba insoportable.Y, con el Estado de las Autonomías, llegaron las herramientas para conseguir el cambio: surgió, lentamente al comienzo, a alta velocidad poco después, la llamada Inmersión Lingüística, una extraña denominación de aire deportivo que permitió a los ciudadanos catalanes liberarse de la pesada carga que suponía expresarse en español. Una fórmula, sin duda de gran éxito, que en otras Comunidades Autónomas no tardó en adaptarse con la complacencia de todos conformando, de esta manera, la siguiente obviedad: nadie será feliz si no reside en un lugar que disponga de una lengua diferente a la del resto, además, claro está, de su selección nacional de fútbol. De hecho los avances en este sentido han sido espectaculares: el panocho, la lengua de la huerta murciana, por extensión, pues, la lengua propia de la Región de Murcia, ya tiene un departamento dedicado a su estudio en una universidad europea, concretamente en la ciudad francesa de Pau. 

Sin embargo, inexplicablemente, hay algunos sectores de la población que parecen no estar de acuerdo con lo que está pasando y plantean absurdas propuestas para una renormalización, para una desinmersión. Un notable profesor y filósofo acaba de proponer un decálogo para recomponer España, para intentar aplicar el sentido común ante el cúmulo, según él, de incongruencias instaladas en nuestro país. Recogemos tres de las recomendaciones, sin duda equivocadas, que sugiere:

-Recuperación, por parte del Estado, de las competencias en materia de educación. (Añade, para reforzar su argumento, el comentario de un conocido político galo que asegura que el problema vasco no se resolverá mientras siga el actual régimen de enseñanaza en las ikastolas)

-Solicitud a los intelectuales no residentes en zona bilingüe que reconsideren sus posturas de añeja progresía en las que la exaltación de las hablas vernáculas pudo resultar munición certera para derribar al dictador pero que hoy conduce a la exclusión social y a la depauperación idiomática, recordándoles, de paso, que la ingenuidad es una forma común, pero no menor, de ignorancia

-Afirmación de que ningún término es inocuo y que el uso de “Estado” en vez de “España”, de “Euskera” en vez de “Vascuence”, de “Kale borroka” en vez de “Lucha callejera”, de “A Coruña” en vez de “La Coruña” y así del inagotable rosario de papanatismos, no hace más que reforzar al enemigo que ahora es, y de eso no hay que tener la menor duda, ese lobby de nostálgicos de historias nunca existentes, de malabaristas que anteponen lo secundario a lo principal, de gentes que para asombro de gramáticos y economistas de todo el mundo torpedean la lengua española desde dentro de España y que, al intentar fragmentar la nación, debilitan en el exterior nuestra imagen, eso sí, tachando de ultraderechista a cualquiera que con firmeza reclame la cordura.               


Heraldo de Aragón 

06.12.07

 

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18 de septiembre de 2017
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