Sergio Ramírez
¿Herencia también de la revolución un caudillo que se reparte con otro cuotas de poder, y estorba el desarrollo institucional? No sólo la cultura autoritaria de origen del sandinismo, inspirada en el marxismo ortodoxo, sino la cultura política del país toda, desde el siglo XIX, favorece la figura del caudillo que se alimenta, precisamente, del atraso democrático y sigue representando a la vieja sociedad rural que aún domina en Nicaragua pese a los amagos de modernización. ¿No fue, entonces, la revolución un factor de modernización? Su impulsos de transformar la sociedad lo fueron, pero no el esquema político vertical al que en términos ideológicos algunos de sus dirigentes militares se aferraron hasta casi el final.
Estos esquemas fueron derrotados por la realidad, pero no fueron derrotados en sus mentes, de allí que aquel acto trascendental de aceptación de la derrota electoral en 1990 se haya convertido luego en motivo de arrepentimiento, bajo aquella proclama inmediata de Daniel Ortega de "gobernar desde abajo". Por eso es que ahora se niega a dejar la presidencia, porque la considera como un derecho personal que antes le fue arrebatado injustamente.
Aceptar la derrota de 1990 fue clave en un país en donde las elecciones habían sido una rareza, y los fraudes y golpes de estado la regla común, y la democracia se volvió irreversible a partir de aquella noche. Otros dirán que hay democracia porque la guerra de los contra forzó al Frente Sandinista a realizar las elecciones que perdió.