Sergio Ramírez
1968. Grandes esperanzas, Dickens también fue un profeta. La década de los sesenta, la que no se repetirá, y sin la que nada de lo que está por venir en mi vida sería posible, ni lo que me tocó vivir ni lo que me ha tocado escribir. Aprendí que la más lúcida de las compatibilidades es que podía ser un escritor y un revolucionario, alguien que piensa y que hace, y que encuentra que su sensibilidad para escribir es la misma que le sirve para pensar que otro mundo es posible en la realidad y en la narración, tierra y cielo, el yin y el yang.
Entré en el Club de la Serpiente, fui cronopio de primera fila y no apretaba el tubo de pasta dentífrica desde abajo como se ordenaba en el sabio manual de instrucciones para vir que fue Rayuela. Cortázar y Franz Fanon, el Ché y Janis Joplin, Martin Luther King y los Beatles, Ben Bella y los Rolling Stones, Lumumba y Bob Dylan, jamás se vio brillar en los cielos de la esperanza una constelación semejante, no importa la frase hecha. Woodstock el gran campo de batalla lo mismo que lo era la cordillera de los Andes, Argelia y el Congo, las calles de París en mayo y la siniestra plaza de Tlatelolco en octubre de 1968.
Ser joven por primera vez en la vida es una carga seria, la barricada cierra la calle pero abre el camino. Es necesario explorar sistemáticamente el azar, dicen también los grafitis, una frase que parece escrita por Cortázar. A los revoltosos en las calles los jerarcas del partido comunista francés les parecían unos ancianos que estaban bien donde estaban, en el asilo de ancianos.
Sin los sesentas no habrá setentas, querido Perogrullo, sin esa explosión de locura y esperanzas no habrá revolución en Nicaragua, todos esos ríos azarosos y revueltos que van a dar a la mar, que es el vivir. Los guerrilleros en sus escondites leían Rayuela y leían La ciudad y los perros, el boom también era una rebelión armada; un primo mío comandante guerrillero se puso por seudónimo Aureliano, por Aureliano Buendía, y otro vino a llamarse directamente Macondo. A nadie hubiera extrañado ver a un Ixca Cienfuegos con el fusil en la mano en busca de la región más transparente del aire.