Sergio Ramírez
Sólo antes de la transferencia de poder al gobierno de Violeta Chamorro, los títulos de reforma agraria vinieron a ser otorgados de manera completa, pero caótica, dando pie a un enredo descomunal en cuanto a los derechos de propiedad, entre antiguos y nuevos propietarios, que aún no termina de resolverse. Pero los campesinos, abandonados a su propia suerte, sin créditos ni recursos productivos, fueron vendiendo sus tierras a precios de remate a los antiguos propietarios, o a nuevos propietarios, voraces también, muchos de ellos surgidos de las filas del propio sandinismo.
Y la ética revolucionaria, ¿adónde fue entonces a parar? Junto con el caos en la distribución de tierras a los beneficiarios de la reforma agraria, se dio durante el período de transición un masivo reparto de bienes del estado, que favoreció a dirigentes y partidarios del Frente Sandinista en todos los niveles, la rapiña que llegó a ser conocida como "la piñata" y que venía a contradecir los principios éticos proclamados por la revolución. En todas partes de América Latina existen los corruptos, pero sólo en Nicaragua había habido una revolución.
Y peor que esa primera piñata fue la segunda, cuando el Frente Sandinista consintió en que el gobierno de Violeta Chamorro privatizara el grueso de los bienes y empresas estatales, a cambio de un 30% de esos bienes y empresas que pasarían a mano de los trabajadores, una operación que nunca se dio. Los verdaderos beneficiarios fueron líderes sindicales corruptos, que en su mayoría vendieron luego su participación, y dirigentes del propio Frente Sandinista, ahora parte de la elite de nuevos ricos de Nicaragua.