Sergio Ramírez
El Santo Tribunal que me condena no cree en las opciones libres, por lo visto, y la libertad de opciones es para mí irrenunciable, lo mismo que me niego a delegar en nadie la elaboración de mi pensamiento. Y en esa sentencia percibo un gemido de nostalgia por el viejo socialismo destronado de los tiempos soviéticos, que entre sus muchas desventuras es responsable de haber dado a toda la izquierda la mala fama de ser enemiga de la libertad y de la democracia.
Tal como una vez escuché al presidente Lula decir en Managua, que uno de los pecados capitales de la izquierda militante había sido ponerle apellidos a la democracia: una democracia burguesa, vituperable, y una democracia proletaria, la única legítima y digna de alabanza.
El maestro Bobbio cita en su libro a Noam Chomsky, el singular pensador estadounidense, diciendo que el derrumbe del mundo soviético, y del llamado socialismo real, tenía la ventaja de que permitiría a la izquierda verdadera demostrar que nada tenía que ver con estalinismo ni con la muerte de la libertad. Y cierro hablando de Chomsky porque el presidente Chávez es un buen lector suyo, al punto de recomendar sus libros en su tan famoso programa “Aló, Presidente”. Es bueno seguir sus consejos.