
Sergio Ramírez
Chávez retrocede cuando le conviene, desde luego que tiene pretensiones geopolíticas, e invierte cuantiosas sumas en tratar de establecer su influencia en el Caribe, y en el continente, y tampoco parece detenerse a avisar a Ortega cuál será su próximo paso.
Ha sido fácil verlo en su sorpresiva declaración urbi et orbi de que las FARC deben soltar de manera incondicional a todos los rehenes que le quedan, y que debe abandonar la lucha armada, por obsoleta; y lo mismo en su reciente viaje oficial a España, donde a todas luces llevaba el propósito de reconciliarse con el rey Juan Carlos, para reír ambos de frente a las cámaras en recuerdo del episodio de la Cumbre Iberoamericana de Santiago, con tan buen humor ahora los dos, que el Rey le obsequió a Chávez una camiseta con la leyenda ¿Por qué no ye callas?
Chávez es capaz de reír, pero Ortega continúa con la cara seria, y no parece dispuesto a seguirlo por el camino de los borrones y cuentas nuevas, con lo que se recluye más en su deliberado ostracismo. Su íntimo aliado el comandante Tomás Borge, exiliado sin embargo como embajador en Perú, ha declarado que las muestras de respaldo incondicional que Ortega ofrece a las FARC, y los anuncios que indicaban que una delegación oficial de ellas estaría presente en la tarima enflorada de los actos del aniversario de la revolución sandinista en Managua, eran un extraordinario acto de valentía, desde luego que "todo el mundo, o casi todo el mundo", repudiaba a las FARC. Muchos leerán temeridad, o irresponsabilidad, en lugar de valentía.