Sergio Ramírez
En estos días se celebra en Centroamérica la firma del acta de la independencia, suceso que tuvo lugar el 15 de septiembre de 1821 en la ciudad de Guatemala, capital del reino del mismo nombre y que comprendía los países hoy existentes en el istmo, además de Chiapas. Centroamérica era una fruta madura tras las guerras que habían llevado a la liberación de los diversos territorios coloniales en el continente, y no hubo luchas que librar. Ésas vendrían después, durante el proceso de anarquía que llevó a la ruptura de la Federación.
Fue un acto enteramente pacífico, pero, además, de entre quienes proclamaron la independencia, y firmaron el acta, había quienes tenían que ver con el régimen español, el primero de ellos don Gabino Gainza, quien de Capitán General (gobernador supremo) pasó a ser el primer presidente de la nueva república federal destruida más tarde.
Los próceres no se anduvieron tampoco escondiendo el color del paño con que se confeccionaba la nueva vestimenta. Si no, leamos este párrafo del acta histórica:
“Que siendo la Independencia del Gobierno Español, la voluntad general del pueblo de Guatemala y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el Sr. Jefe Político le mande publicar para prevenir las consecuencias que serían terribles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.
Los señores militares, clérigos, hacendados, comerciantes, y demás próceres que han quedado retratados en los óleos conmemorativos de aquel magno acto, tenían justa prisa. Una prisa que aún hoy les corre por hacer las cosas por ellos mismos, antes de que las haga el pueblo.