
Sergio Ramírez
En Habanos en Camelot, William Styron sostiene algo que hoy muchos pondrán en duda: que los cigarros no son destructivos para la salud, como lo son los cigarrillos. Cáncer, enfisema, danos coronarios, arteriosclerosis. En los días de su cercanía con la Casa Blanca, el Camelot legendario de los Kennedy, Styron decidió pasarse a los habanos aristocráticos y abandonar los proletarios cigarrillos "sin convulsiones de dudas morales". Estaba decidiéndose por un vicio selecto, que según sus cuentas no tenia riesgos para sus pulmones ni para sus arterias, y dejando otro que desde entonces comenzaba a ser estigmatizado hasta su extinción casi total en Estados Unidos: el numero de fumadores se ha reducido en un 5% adicional en los últimos cinco años, hasta caer a un 17%.
América, como Styron llama a su propio país, es puritana hasta la médula. Y el puritanismo lleva a juzgar lo que es bueno o dañino para la salud en términos absolutos. Apartémonos de los cigarros y los cigarrillos, que es el tema de Styron en lo que hace a sus recuerdos de la era Kennedy; pero siempre el puritanismo opone la necesidad al placer, y los separa de manera radical.
La comida, el sexo, son necesidades de la especie porque hay que reproducirse y alimentarse; pretender obtener gusto de estas funciones, nos acerca a las llamas, porque entonces se trata ya del pecado que tiene su peor infierno en la gula y la lujuria.