Sergio Ramírez
I. VIAJE DE IDA Y VUELTA
Cuando hablamos de la dictadura militar argentina nos asomamos a un hueco negro en el que desaparecieron más de veinte mil personas, y hablamos de una página negra de la historia de América Latina, pero siempre nos quedamos al borde de ese hueco lleno de cadáveres sin nombre, una tumba colectiva en la que yacen historias múltiples que son los árboles calcinados que el bosque entero nos impide ver, un bosque de desaparecidos y de historias desaparecidas, que es también un bosque de sobrevivientes enterrados en vida con todas sus historias de lucha apasionada, de ideales y de ideas por las que siempre valdrá la pena empezar de nuevo a luchar, porque en esos ideales e ideas, y en el fervor con que se defendieron y se promovieron, y por los que se arriesgó tantas veces la vida, está la fuente de la eterna juventud, no importa cuanto haya pasado el tiempo y no importa tampoco cuán viejos seamos ahora.
La historia pública no es más que la suma siempre incompleta de las historias personales. Tantas veces una historia pública revuelta, como ésa nuestra de América Latina en la segunda mitad del siglo veinte, cuando las ideas y los ideales pesaban de verdad, y no como ahora que son tan leves. Del socialismo al hedonismo. La historia de los padres que tantos hijos ni sospechan como fue vivida, ellos de un lado de la historia, de por medio el puente roto, y de este lado los hijos, lejanos a aquel territorio que sigue ardiendo en la distancia, y en la memoria.