Sergio Ramírez
En su delicioso libro Lectura y locura, el gran humorista y narrador inglés G.K.Chesterton cita una frase de Víctor Hugo: "se dice despectivamente que el poeta está en las nubes; pero el rayo también lo está". Muy apropiada llamada de atención. El nefelibata que fue Rubén también soltaba desde las nubes rayos, a la manera olímpica del viejo padre Zeus, como en su muy mentada Oda a Roosevelt. Y en su prólogo a Cantos de vida y esperanza afirma que se ocupa de la política, porque la política es universal. Y humana. Y como al viejo Terencio, nada de lo que es humano le podía ser ajeno.
Sus escritos sobre política son muchos, y dan para un libro entero, pero el suyo fue un asunto de opinión, nunca de participación. Menos en su tierra natal, donde los gourmands de la política, glotones de marca mayor, han comido toda la vida a dos carrillos. A esos comelones sin medida, Rubén los comparaba con Falstaff, el insaciable personaje de Shakespeare, y con Sancho, el fiel pero tragón escudero de Don Quijote.
Cuando regresó en triunfo a Nicaragua en 1907, un club de artesanos de la ciudad de León tuvo la ocurrencia de lanzar un manifiesto proclamándolo candidato a la presidencia de la república. A los escritores se les suele juzgar aptos para ser presidentes en tierras de nuestra América, lo que no pocas veces resulta en graves equivocaciones. Mi maestro el doctor Mariano Fiallos Gil, recordando el mencionado episodio, escribiría años después: "¿Qué hubiera sido del pobre cisne entre tantos gavilanes?".
Ya podemos imaginarlo. Se lo habrían comido crudo y sin recato.