
Sergio Ramírez
Los secuestradores fueron los héroes en la toma del Palacio Nacional de Somoza, celebrados universalmente, y aclamados, y los diputados, senadores y ministros secuestrados los villanos. Ahora, los héroes son los secuestrados retenidos largos años como rehenes por los guerrilleros de las FARC, que son los villanos, a quienes nadie serio o sensato en el mundo se atreve a alabar, o a respaldar. Los héroes son los miembros del comando que los liberó, y no los del comando que los apresó.
Las cámaras de la televisión seguían hace treinta años a Edén Pastora, el jefe militar del comando del Palacio Nacional, y todos querían entrevistar a Dora María Téllez, la única mujer entre los asaltantes, que había conducido las negociaciones con los representes de Somoza. Ella vestida de guerrillera, era la heroína. Hoy, la heroína es Ingrid Betancourt, vestida de prisionera mientras aguantaba el cautiverio.
No se trata solamente de un cambio de papeles en el fenómeno mediático, ni nada más se trata de que la lucha armada irregular, con todo lo que conlleva, se halla fuera de lugar en los albores del siglo veintiuno, como el mismo presidente Hugo Chávez ha afirmado. Se trata de un cambio radical del sentido de los símbolos, porque los símbolos tienen siempre un sustrato ético, que es el que las da vida, o se vuelven retórica mentirosa.