Sergio Ramírez
Otro judío que habla el mismo lenguaje de Amos Oz, es Daniel Barenboim, músico de genio universal. Aspira a que halla una orquesta sinfónica formada por israelitas y palestinos, y ha creado en Ramala un jardín de infancia musical para niños palestinos, todo lo que debe resultar en una orquesta juvenil palestina. Y para que no queden dudas de que quiere ir más allá de la tolerancia, ha dirigido El anillo de los Nibelungos de Wagner en Tel Aviv. Wagner, el compositor acusado de manera recurrente de haber compuesto, con un siglo de anticipación, la música de fondo para la negra saga de los nazis.
La ignorancia es la base del conflicto entre Israel y Palestina, dice Barenboim. Y dice que mientras ambos pueblos no lleguen a conocerse a fondo, y no aprendan a aceptar el punto de vista del otro, y a saber lo que el otro quiere y lo que necesita, las matanzas cotidianas van a continuar.
Le parece una aberración que la política oficial de su país haya llevado a la construcción de un muro como parte de la escalada de guerra, uno más en la terrible secuencia de muros que han dividido a pueblos enteros a lo largo de la historia, muros alzados por razones ideológicas y raciales, o por egoísmo, y que han marcado siempre fronteras infames. “No es un muro entre Israel y Palestina —eso todavía sería tonto pero aceptable— sino que es un muro que divide tierras palestinas de otras tierras palestinas…”, dice Barenboim.