Sergio Ramírez
Pero la democracia es entre otras cosas eso, un subibaja cuyo balancín los electores empujan hacia arriba o hacia abajo. Y ahora Cartes tendrá que demostrar que siendo suficientemente rico, no meterá la mano en la alcancía tan tentadora del estado. Mientras tanto, entre sus antecedentes hay acusaciones en su contra por lavado de dinero y contrabando de cigarrillos, provenientes de la DEA de Estados Unidos y de una comisión investigadora del congreso de Brasil.
Y demostrar también si además del talento para hacer dinero a montones, según se ve más allá de las reglas del juego, tiene las capacidades suficientes para gobernar un país lleno de tantas calamidades como cuando empezó el reinado del partido Colorado. Hay quienes dicen que durante la campaña electoral habló muy poco para que no errara tanto, según el consejo de sus asesores publicitarios. "Si callado era un misterio, hablando es un horror", afirma uno de sus adversarios.
Preguntado en un programa de radio qué haría si descubría que un hijo suyo fuera gay, respondió: "Me voy a pegar un tiro en las bolas, sinceramente". Es por eso que, con justa razón, sus directores de campaña no lo dejaban dar entrevistas ni hablar con la prensa. "El que quiera ser feliz andando de rama en rama, que se vuelva mono", dijo de los homosexuales en el mismo programa.
Una historia que se muerde la cola. Dictadores mesiánicos, guerras devastadoras, pobreza y marginalidad, corrupción campante, golpes de estado, partidos que se eternizan en el poder, candidatos sacados del variado sombrero del mago. Nada extraño en el paisaje de América Latina que lucha por imponer la democracia como sistema que asegure la convivencia en este siglo veintiuno.