Sergio Ramírez
Los ciudadanos decidieron también que debía aprobarse una nueva Constitución Política, y para redactarla se eligió a 25 ciudadanos independientes y honestos, sin ligas con los grandes intereses financieros. ¿Puede todo esto suceder de verdad? ¿Qué la gente se revele por unanimidad contra las iniquidades, que los delincuentes bancarios vayan a la cárcel, y que existan 25 justos capaces de escribir, sin ataduras, la nueva carta fundamental de un país que ha decidido no dejarse engañar más?
Banqueros que se hacían préstamos millonarios a ellos mismos, y prestaban sin garantías a empresarios, privilegiados compinches suyos, a los líderes de los dos partidos políticos más tradicionales de Islandia, que se habían alegremente enriquecido, a los parlamentarios, un promedio de 10 millones de euros por cabeza para que todos estuvieran contentos.
Los banqueros ofrecían suntuosas fiestas con estrellas internacionales del rock, y caviar y champaña, todo, ya se sabe, a costillas de los ahorrantes y depositantes. Estos señores y sus cómplices están entre las rejas, y los bancos fueron quitados de sus manos. Ésta es la historia feliz. La historia trágica es la de Grecia. La moraleja es que la democracia funciona, y los villanos son derrotados, cuando la gente quiere, y lo manifiesta en altas y claras voces.