Sergio Ramírez
Siempre hemos dicho presidente, más allá de la legalidad de la regla de los participios activos, porque no se registraba el hecho de que una mujer presidiera un país, una asamblea de diputados, o una corte de justicia; su límite estaba en ser presidenta de las Hijas de María, o de las organizaciones de caridad. Ahora que es común tener presidentas de la república, y presidentas de todo, la vieja gramática tiene que abrir sus recintos cerrados y oscuros a las evidencias de los hechos, o quedarse haciendo el ridículo de reclamar que a las presidentas se les llame presidentes, como si los hombres les hubiesen prestado temporalmente el cargo. Por el contrario, es un cambio irreversible. En una cumbre, se sientan ahora presidentas y presidentes.
Ya se sabe que en español el plural masculino cubre ambos géneros. Esa es la vieja regla. Pero en la medida en que se da en la sociedad el avance de las conquistas femeninas en todos los campos, el del lenguaje no puede ser una excepción, y por eso es que hoy se dice corrientemente "los derechos de las niñas y de los niños", "la educación sexual de las jovencitas y de los jovencitos", que puede sonar repetitivo, y hasta cansino, pero que no es sino la muestra de una reivindicación, igual que se dice ahora "las poetas y los poetas", cuando tan bonita era la palabra "poetisa", desterrada con toda beligerancia, aunque aún sobrevive en las páginas del Diccionario de la Real Academia Española.
Así es la vida.