Sergio Ramírez
Es cierto que con motivo del fraude electoral del 2008 el recién inaugurado gobierno de Obama suspendió el programa Reto del Milenio que beneficiaba al occidente del país, tiempo en que también la comunidad de donantes, donde figuran los países de la Unión Europea, suspendió la ayuda para cubrir el déficit del presupuesto nacional.
Últimamente, sin embargo, la administración Obama parece cerrar los oídos a los ruidos que vienen de Nicaragua, lo que alienta la alegre impunidad de Ortega que sabe medir sus riesgos al andar el inexorable camino que se ha trazado hacia su eternización en el poder, al menos hasta la avanzada edad que anunció a Frost. Calcula que los Estados Unidos no van a meterse con él, y lo va a dejar hacer, porque tienen otras cosas más importantes de que ocuparse lejos del olvidado escenario de Nicaragua.
Los alegatos de que la administración Obama quisiera darle un golpe de estado, no pueden ser entonces sino calculados. Los altos funcionarios que han visitado Nicaragua, el secretario de Salud Michael Leavitt, a quien el propio Ortega sirvió amablemente de chofer, y la secretaria del Trabajo, Hilda Solís, a la que también recibió personalmente y elogió, no han hecho sino declaraciones cordiales en relación a Ortega, y él ha devuelto esa cordialidad con creces. Éstas no parecen ser señales de desestabilización previas a un golpe de estado.