
Sergio Ramírez
La inyección que quita la vida a quienes son amarrados a la camilla con las correas de cuero, está compuesto de tiopenthal, bromuro de pancuronio, y cloruro de potasio, según la fórmula oficial guatemalteca. Un cuarto de hora antes, el reo recibe una inyección previa que contiene un relajante muscular, cuya función es dejarlo inconsciente, con lo que de verdad comienza su proceso de morir. Con el sueño, se despide del mundo. Pero no siempre todo es tan efectivo, y ya se ha escrito mucho sobre las deficiencias de estos procesos, que vuelven terrible la agonía.
Se puede seguir hablando mucho, como desde hace ya tiempo, del horror que significa la pena de muerte, y de la violencia contra los derechos humanos que las ejecuciones oficiales representan. Pero en Guatemala, el cadalso no parece ser impopular, si uno compulsa la opinión de la gente. Desde la antigüedad, se llama vindicta pública al sentimiento de venganza que incuba en el alma colectiva contra los crímenes atroces, aunque semejante sentimiento se halle lejos de cualquier concepto de civilización. Todos llevamos dentro un vengador secreto, que no siempre sabemos dominar, y por eso, cuando alguien grita ¡mano dura!, no pocas voces se suman al coro.