Sergio Ramírez
Esas fábricas de mentiras se hallan por todas partes del globo, pero principalmente en Nigeria; unos cuantos fabuladores escriben las cartas, y otros más se dedican a "cosechar" direcciones electrónicas por medio de un sistema llamado "diccionarios de ataque", que les permite componer al azar miles de esas direcciones. Es de esa manera que entran en tu correo, y en el mío, y te hacen esas tentadoras ofertas en las que no pocos han caído, según quejas de algunos perjudicado que he podido escuchar.
¿Y el negocio? El negocio de estos novelistas consiste en que, si les contestas, te piden algún dinero para algunos gastos legales, poco, si se toma en cuenta que van a premiarte con unos cuántos fáciles millones. Es un paquetazo de rango universal, y ya sabemos que no hay fraude que funcione sin ingenio, y sin capacidad de invención.
Por eso estos ladrones electrónicos son mis novelistas preferidos. Me encanta como inventan, y admiro su poder de imaginación. Es más, los envidio, porque son capaces de insertarse como mentirosos dentro del mundo real, y llegar a oídos que esperan escuchar promesas semejantes para cambiar de una vez por todas sus vidas.
Que mientan, entonces. Eso sí, mientras a mí no me estafen.