Sergio Ramírez
La predicción fatal decía que para el año 2015 ya los libros de papel habrían dejado de de publicarse y el reinado de los libros electrónicos sería total. Un fenómeno colosal si tomamos en cuenta que las tabletas Kindle aparecieron en el mercado apenas cinco años atrás. Pero a estas alturas los libros se niegan valientemente a ceder su puesto, y las ventas de tabletas han empezado a decrecer, una vez pasada la novedad inicial.
Es más, esas tabletas, diseñadas al principio solamente para bajar y almacenar libros, ahora sirven para muchas otras cosas, correo electrónico, música, fotografía, videos, juegos. Un artilugio que sólo es útil para leer, y no para matar el tedio durante un largo viaje en avión jugando baccarat con uno mismo, ni para tomar las fotos de la excursión o el cumpleaños familiar, no tiene atractivo para el consumidor corriente. "Podría ser", dice Carr, "que los libros electrónicos, en lugar de reemplazar a los libros impresos, cumplirán un papel parecido al de los audio libros, como un complemento de la lectura tradicional, y no como un sustituto".
Una encuesta de fines del año pasado hecha por el Pew Research Center, muestra que en Estados Unidos el porcentaje de adultos que lee en forma electrónica creció apenas cinco puntos, del 16 al 23%; pero el 89% de los entrevistados dice que en los últimos doce meses leyó al menos un libro impreso, y solamente el 30% declara haber leído algún libro electrónico en el mismo período. Y otro dato no menos revelador: la Asociación de Editores informa que la venta de libros electrónicos cayó en un 34% en 2012. Y otra encuesta dice que ha caído también el índice de compras de tabletas de lectura, y un 60% del público no tiene ningún interés en hacerse de una.