Sergio Ramírez
Los Estados Unidos saben, porque tienen la experiencia, de que cuando un negocio clandestino florece gracias a la prohibición, el crimen organizado crece de manera exponencial. Es lo que ocurrió con la Ley Seca, que prohibía la producción, distribución y consumo de bebidas alcohólicas, una ley que engendró a los capos más célebres de la historia de ese país, el primero de ellos Al Capone, el rey del imperio del contrabando del whisky.
El tráfico de las drogas colombianizó a México, multiplicando los asesinatos y llevando al país a una verdadera guerra que en las condiciones actuales en que se libra no tiene ninguna salida, y ahora los carteles están mexicanizando a Centroamérica, empezando por Guatemala, donde ahora también reinan los Zetas, aliados de las antiguas pandillas de los Maras. El hermoso país de la eterna primavera convertido en el país de la eterna balacera de manera recurrente: Guatebala, como tituló hace ya muchos años el pintor Luis Díaz a uno de sus cuadros.
Atrapados sin salida. Centroamérica es un puente natural para el paso de las drogas desde el sur hacia el norte, en busca de la frontera de los Estados Unidos. Estamos allí conectando ambas masas continentales. Nadie puede arrancarnos de esa posición geográfica y remolcarnos lejos.