Sergio Ramírez
De alguna manera muchos de esos asuntos fueron tocados en la discusión, pero donde el debate se concretó mejor fue en el asunto del narcotráfico. Siempre he tenido presente mi aleccionadora participación como miembro de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia que encabezaron los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso de Brasil y César Gaviria de Colombia, que resultó para mí en un verdadero curso de altos estudios sobre la red criminal de estupefacientes que se extiende por todo el mundo, y de donde salí convencido de que no hay otro remedio para poner fin al poder clandestino de los carteles y su brutalidad despiadada, que la despenalización de las drogas. Y fue lo que sostuve.
Le dije al presidente Santos, amigo de muchos años, que seguramente él, dada su investidura, no podía expresar esa opinión que yo, como escritor, y ciudadano común y corriente no tenía ningún impedimento en dar; y él respondió que claro que podía hacerlo, estaba de acuerdo en la despenalización, siempre que se tratara de una medida adoptada por todos los gobiernos sin excepción, algo en que todos en el panel estuvimos de acuerdo. La despenalización significaría sacarle el agua al pez venenoso que es el narcotráfico, la empresa financiera y comercial global más poderosa que ha conocido la historia de la humanidad, con innumerables tentáculos y absoluto desprecio a la vida.