Sergio Ramírez
Si primeras partes fueron malas, las segundas vienen a ser peores. Desde el año 2001 sigue circulando con insistencia por el mundo, vía Internet, y se reproduce también en periódicos y revistas, o es recitado por algún locutor de medianoche, un poema de despedida atribuido a Gabriel García Márquez que se llama “La Marioneta”, aún más popular que el atribuido a Borges.
El poema de despedida ni siquiera está escrito en clave de realismo mágico. Igual que el falso Borges, el supuesto García Márquez afirma que disfrutaría de un buen helado de chocolate si le dieran una nueva vida, con lo que no deja de aparecer la sospecha de si estos textos apócrifos no serán el ardid publicitario de algún empresa de productos lácteos que utiliza la poesía edulcorada para vender helados, digamos por ejemplo la Baskin Robbins, así como la Benetton se va a los contrastes dramáticos para vender ropa.
Un mediano lector de García Márquez no debería creerlo capaz de escribir que “regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos…”, como reza “La Marioneta”. Semejantes líneas no merecerían lugar en el peor de los boleros, salvando, dicho sea de paso, la majestad del bolero.
Pero esto aún tiene un desenlace.