
Sergio Ramírez
Las novelas que se resuelven por medio de una votación democrática, como es el caso de la wovel, o "redonovela", me recuerdan a las de Charles Dickens, que se publicaban por entregas en los periódicos y en las revistas, como solía hacerse en el siglo XIX, en cuerpos especiales, de donde viene el término folletín, o folletón.
Cuando El almacén de antigüedades se publicó semanalmente entre 1840 y 1841, en Master Humphrey´s Clock, una revista propiedad del mismo Dickens, todo el mundo quería saber qué iba a ocurrir con la dulce y desdichada Little Nell Trent, víctima de las maldades del enano Daniel Quilp. Dickens habría de recibir entonces centenares de cartas de los lectores para que salvara a la niña, a punto de sucumbir ante la muerte. Lo meditó. Y en sus paseos solitarios junto al Támesis, decidió que debía morir. Sabía que los finales felices, son los más fáciles en la literatura, aunque contenten más al lector.
Por tanto, Dickens, despreciando la voluntad de la mayoría, ejerció su tiranía de escritor, y no por esto perdió lectores. Multitudes se agolpaban en los muelles de Nueva York para esperar el buque que llegaba de Inglaterra con los paquetes de periódicos donde venían los cuadernos con los capítulos de sus novelas, y la gente arrebataba los ejemplares, para leerlos en el mismo muelle.
A ver qué dicen ustedes: ¿Democracia, o tiranía?